martes, 18 de diciembre de 2012

La escurridiza de Abdellatif Kechiche (2004)








Estamos ante una película compleja que, por lo mismo, se puede abordar desde distintos ángulos y puede ser punto de partida para reflexionar sobre diversas facetas de nuestra realidad: las poblaciones del extrarradio con sus dinámicas y problemáticas propias, la emigración (y sobre todo los hijos de la segunda y tercera generación), la adolescencia, las amistades y fidelidades entre iguales, el despertar a la vida amorosa, las frustraciones, el mestizaje de nuestra sociedad, el papel de la educación, el abismo que existe entre lo que se enseña en los centros escolares y lo que se vive fuera de ellos pero también el cruce, los ecos, los puentes entre ambos mundos, la vigencia de la literatura clásica, etc.

Y, por supuesto la violencia. Este es el aspecto que vamos a analizar aquí.

Los personajes de esta película no viven en un mundo rosa. Son productos de circunstancias históricas, económicas, culturales, complejas y duras pero la inteligencia del director, Abdellatif Kechiche, reside, en primer lugar, en no centrarse en casos extremos, en no centrarse en chicos y chicas especialmente desestructurados, marginales o violentos.

Son adolescentes sumidos en situaciones conflictivas pero no condenados ni encadenados a ningún fatalismo ineluctable. Están en movimiento. Buscan un camino que les permita afrontar los propios miedos y angustias. Aún no tienen claro el guión de su vida, ni fijada la estructura de sus mapas emocionales y sentimentales. Todavía no saben manejar el conflicto sin acudir a mecanismos puramente defensivos/agresivos, ni saben gestionar las contextos de frustración, ni tolerar las debilidades y las dudas del otro.

Aunque sobre todo habría que decir de la otra. En efecto, si bien tanto ellos como ellas transitan por similares y parecidas situaciones, las posibilidades de afrontarlas no son las exactamente las mismas.

Y así, Fathi para ayudar a su amigo Krimo, enamorado pero no correspondido de Lydia, recurre al chantaje y a la violencia. Y lo hace porque tiene claro que se lo puede permitir. Igual que la chica, a pesar de un carácter indómito y poco propenso a la docilidad, termina tragándose su furia y asumiendo la imposición. Ni ellos ni ellas ignoran, pues, que si los juegos dejan de serlo y derivan en demostraciones de fuerza y coacción, son los varones los que tienen la victoria asegurada.

Ciertamente, como decíamos antes, en esta película nada está cerrado y, por lo tanto, no sabemos si este –por otra parte tierno- Fathi aprenderá a negociar con el propio deseo respetando al tiempo el deseo de los otros y -sobre todo- de las otras o si, por en contrario, se enrocará en una espiral de engaños-ilusiones. No sabemos si en un futuro terminará siendo ese hombre amable y servicial cuyas características de estupendo amigo y agradable vecino, conviven con otra faceta de violento maltratador o incluso asesino de su pareja.

Pues, en efecto y como han demostrado diversos estudios, el factor que más correlata con la violencia machista no son las drogas, ni el alcoholismo, ni la marginalidad sino ese convencimiento de que por ser hombre eres más que una mujer y, en consecuencia, puedes imponerles tu voluntad y tus deseos. Nacemos con un amplio bagaje de conductas y básicamente es el entorno y la elaboración personal de la experiencia lo que determina cuáles de estas conductas serán más dominantes en nuestras vidas.

En ese sentido es sumamente interesante la escena en la que el grupo de amigos ha de someterse a las órdenes de la policía. El abanico de posibles consecuencias psicológicas para esos aprendices de gallitos queda abierto: ¿Les servirá para reflexionar sobre la delgada línea entre justicia y atropello? ¿Les ayudará a reforzar su empatía con aquellos que ocupan posiciones de debilidad en un enfrentamiento? ¿aprenderán a relativizar el “valor” de la fuerza? O, por el contrario, ¿agrandarán sus frustraciones? ¿buscaran descargar sus miedos, su inseguridad, su falta de control sobre las mujeres que ellos perciben como elemento subalternos?

Por eso, debatir esta película en situación pedagógica resulta sumamente educativo puesto que, más allá de la anécdota y de las situaciones concretas que describe, refleja esquemas e imaginarios generalizados y aún muy activos en nuestra sociedad (a pesar de los avances indudables de las mujeres).

¿Y cual es la ventaja de abordar estas problemáticas a través de una ficción audiovisual? Varias.

La primera es que la imagen favorece una pedagogía centrada en la producción de sentido ya que las imágenes y, más en concreto las ficciones audiovisuales, no hablan esencialmente a nuestra razón sino que transmiten y/o crean estructuras imaginarias y sentimentales. Es decir, inducen y trabajan sobre nuestros mapas afectivos. Y, como sabemos, los valores, normas y actitudes ligados a los esquemas genéricos se asientan y se nutren, no en la lógica ni en la razón, sino en las emociones.



Por otra parte, la ficción expresa y proyecta, de una manera más inconsciente y, por lo tanto, más profunda, lo que deseamos y sentimos. A menudo, incluso nos dan la posibilidad de descifrar y entender lo que no lograríamos de otro modo y de dialogar escapando de la agresividad y del silencio.

Además, el pudor, la intimidad, lo privado existen y hay que respetarlos -y yo diría que, en ciertos casos, incluso cultivarlos-. La ficción audiovisual permite y propicia una implicación personal pero evita -o al menos atenúa- la angustia y tensiones que puede conllevar abordar directamente ciertos temas. Una pantalla por medio, una historia externa al sujeto, objetivan la emoción y proporcionan un grado de extrañamiento y de distancia absolutamente necesarios para abordar aspectos que precisan un delicado equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo. En definitiva, favorece la acción educativa porque permite pensar e intercambiar experiencias, miedos y dudas preservando, sin embargo, la propia intimidad.

Tradicionalmente el sistema educativo ha desdeñado la inteligencia emocional y sólo se ha interesado por la mente racional. Ha intentado trasmitir el legado científico, tecnológico y cultural, pero no se ha planteado dotar a los alumnos y alumnas de los instrumentos necesarios para conocer y actuar en campos relacionados con la vida afectiva o sentimental, con la manera de amar, odiar, compartir, dialogar o resolver conflictos. El sistema educativo ha desdeñado

Propuestas como la que tenemos entre manos, pueden ser interesante vías para responder a esas carencias.



Pilar Aguilar

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