Hacer visible lo invisible y crear otra mirada
El relato audiovisual es el medio más portentoso y completo
para hablar de nuestro mundo actual y de todos los mundos que este mundo contiene:
el de las descripciones de lugares y cosas, el de las emociones, el de los
hechos, el del conocimiento de cualquier grupo humano, de cualquier fauna o de
cualquier flora…
En ocasiones, la imagen audiovisual es la única manera que
tenemos de acercarnos y descubrir una realidad, una existencia, una vivencia.
Así, yo, en persona, no voy a subir al Everest, ni voy a vivir en Arabia Saudí, ni seré una mujer maltratada por su pareja, ni hablaré personalmente con Angela Davis… pero puedo -al menos en parte- acceder y percibir esas vivencias y/o ese conocimiento gracias al relato audiovisual.
No defiendo que el relato audiovisual equivalga a la experiencia
directa ni deba sustituir a la realidad. Pero como decía -creo- Bertold Brecht:
Lo importante no es cómo son las cosas
reales sino cómo son realmente las cosas. Ahora bien, hemos de reconocer
que, a veces, nuestras limitaciones personales pueden empantanarnos en lo
superficial y constreñirnos en la comprensión parcial y roma de lo que
percibimos "en carne y hueso". Sin embargo, el relato -el buen
relato- puede revelarnos y hacernos comprender "cómo son realmente las
cosas" más allá de cómo son las cosas reales que nos rodean.
El buen relato nos abre las "entendederas", nos sirve de guía en el descubrimiento de lo que quizá tenemos directamente ante nuestros ojos sin ser capaces de captarlo con toda su complejidad, riqueza y profundidad.
El buen relato nos abre las "entendederas", nos sirve de guía en el descubrimiento de lo que quizá tenemos directamente ante nuestros ojos sin ser capaces de captarlo con toda su complejidad, riqueza y profundidad.
Por supuesto que la función de "lazarillo descubridor"
no solo la desempeña el relato audiovisual. Las novelas, los ensayos, las
historias que nos cuentan otros humanos, los besos que nos dan, sus gestos…
todo ello da sentido al mundo y lo significa. ¿Qué decir de esos poemas que, al
leerlos, nos revelan sentimientos, percepciones, pensamientos que hasta ese
momento solo barruntábamos aunque estuvieran en nosotros? De pronto, ante unos
versos, decimos: "Ah, sí, así es y así lo siento. Ahora lo comprendo,
ahora lo sé formular".
Pero el lenguaje audiovisual es la forma de representación
más potente y global, sin duda.
Resumiendo y por poner un ejemplo esclarecedor sobre el
poder del relato cinematográfico: lo que sé de la China actual (en los aspectos
que más me importan: cómo vive la gente, qué sienten, a qué presiones y
angustias están sometidos, qué temen, cómo se protegen, que crueldades cometen,
qué les importa y qué no…) me lo han enseñado los films chinos, no los
artículos de los periódicos, no las estadísticas, no los datos.
Por eso -entre otras razones- me encanta vivir en París:
porque tengo acceso a relatos audiovisuales de todos los estilos, los países y
los puntos de vista más variados… Lo mismo veo las entrevistas que en su día le
hicieron a Violette Leduc (la traigo a colación porque ahora están proyectando
en España la película de ficción que narra una parte de su vida) que veo cine
coreano de intriga, un film norteamericano de los 50, otro de preestreno…
Dos direcciones complementarias
Hay varios usos posibles del cine, pero aquí quisiera
destacar dos.
Hacer
visible lo invisible, desnaturalizar el patriarcado
Por una parte, tenemos que encararnos con las películas que
mayoritariamente se difunden y se ven, películas que, desgraciadamente no nos
son favorables.
Hemos de analizarlas y desmontarlas para rastrear la
educación sentimental que el patriarcado nos predica incansable y masivamente a
fin de desnaturalizar e irracionalizar sus mensajes. Ante un film que ven
millones de espectador@s, no podemos limitarnos a decir: "A nosotras no
nos interesan, no lo veremos y punto", porque el feminismo, en su lucha
por la igualdad, tiene que enfrentarse y desmantelar los discursos, los
imaginarios, los mapas afectivos y sentimentales que nos inducen emociones,
conductas, expectativas, guiones de vida perpetuadores del patriarcado. No basta, pues, con ignorar este tipo de relato. Hay que detenerse en él y analizarlo porque
solo desmontándolo, solo haciendo visible lo invisible, podremos poner las bases sólidas de un nuevo mundo.
Las mujeres hemos conseguido transformar muchas cosas. Hemos
conseguido, por ejemplo, grandes cambios legislativos. Constatamos, sin
embargo, que sigue la violencia contra nosotras, la utilización y cosificación
de nuestros cuerpos, el menosprecio de nuestra vida, el ninguneo, el
sometimiento y la servidumbre. Y vemos horrorizadas que las nuevas generaciones
repiten los esquemas machistas (con cambios en las formas, pero con fondos
similares).
Se hace preciso, pues, atacar la raíz: la educación
sentimental, las emociones, los valores, las actitudes, el imaginario patriarcales
que l@s jóvenes siguen interiorizando…
Hoy en día, esa educación les es transmitida e inducida
fundamentalmente por el relato audiovisual. Pensemos que una película como Tres metros sobre el cielo (González
Molina, 2010) tuvo -y sigue teniendo- millones de espectador@s. Su
protagonista, el actor Mario Casas, es un ídolo juvenil. El mensaje del film
-profunda y pavorosamente agresivo, machista, misógino- se destila envuelto en
una dulce capa que promete "amor, aventura, vida intensa" y respecto
a la cual es difícil que l@s jóvenes tengan un distanciamiento crítico. Hemos
de ayudarles a desenmascarar propuestas tan nocivas.
Como he apuntado en diversos escritos, l@s jóvenes viven
brutales disonancias y distorsiones entre los mensajes que les proponen los
relatos audiovisuales y sus experiencias reales. Así se propicia en ell@s una preocupante
esquizofrenia y se fomenta la violencia machista en los varones. No quiero
repetir una vez más toda la argumentación pero sí apelar a la urgencia de
encarar estas problemáticas. Si las pantallas nos educan, hemos de
"deseducarnos" (es decir, educarnos de otra manera) también con
ellas.
Y para hacerlo, repito, no basta con ignorar esos relatos,
hemos de desmontarlos, analizarlos, desmenuzarlos, descubrir qué nos cuentan en
realidad, qué hay debajo de esos sentimientos que nos inducen, por qué nos
seducen, qué pasa después, una vez que el príncipe azul nos lleva al castillo y
allí nos deja.
Hemos de admitir que somos (todos y todas) seres
contradictorios y múltiples. Por más que lo deseemos, no nos posible sacudirnos
de golpe y sencillamente la educación, las emociones, las creencias que nos han
constituido y en las que hemos vivido inmersos desde que nacimos. Pero tampoco
podemos resignarnos a vivir con ellas porque nos son profundamente nocivas.
Hemos de batallar sin descanso para construir otro mundo.
Otra mirada
Construir otro mundo también conlleva construir otra mirada.
Es decir, focalizar desde otro ángulo, ver cosas que hasta ese momento poca
gente mira, resaltar aspectos de la realidad que nos conciernen pero que rara
vez se representan en la ficción audiovisual.
Utilizar, pues, las películas que nos son favorables, nos
valoran, nos explican, nos ilustran, nos abren puertas, manifiestan otras
formas de ser y estar en el mundo…
Así, el cine puede
ser un extraordinario instrumento que nos sirva como punto de partida para intercambiar
puntos de vista entre nosotras (verbi gratia, Evelyn para debatir sobre prostitución; o Solas -film que a mí me parece muy polémico- para tratar sobre la
maternidad). Puede igualmente ser una herramienta poderosa que nos permita conocer
la situación de las mujeres de otros lugares del mundo (verbi gratia: La bicicleta Verde, La piedra de la paciencia,
El proceso de Viviane Amsalem). Puede
ayudarnos a reforzar nuestra determinación de seguir adelante y animarnos en el
camino (Yo decido. El tren de la
libertad, Antonia's line, El palo…). Puede ser útil para introducir temas
de interés en grupos de mujeres que viven problemáticas diversas: violencia,
maltrato, emigración, adolescencia… (Hasta
el domingo si dios quiere, Flores de otro mundo, Fish Tank, Jaula de oro),
etc. etc.
Y, sí, claro que sí, que hay que promover, difundir,
aprovechar y disfrutar de películas que globalmente (y digo globalmente porque
la perfección no es de este mundo) nos tratan con empatía, nos son propicias,
se interesan por nosotras, por nuestras vidas, por nuestras situaciones, nuestros
problemas, nuestras penas y nuestras alegrías. Películas "positivas",
por decirlo brevemente.
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