martes, 12 de junio de 2018

El hombre que mató a Don Quijote, Terry Gilliam, 2018

¿Es Terry Gilliam quién ha envejecido o soy yo? respuesta: los dos, claro.
Me pregunto qué pensaría yo de Brazil si volviera a verla...




De todas formas, sospecho que siempre hemos sobrevalorado su cine. Quizá nos dejábamos encandilar por su pasado Monty Phyton o por el barroquismo loco de Las aventuras del barón Munchausen...
Su última peli, El hombre que mató a Don Quijote no solo me ha aburrido a muerte, es que me ha parecido un film sin gracia, sin imaginación (barroco y recargado, pero sin imaginación real), con un guion de tontería, contado a trompicones...
Y, por supuesto, sigue religiosamente la línea de "mis encantos son irresistibles y todas las esplendorosas rubias que se cruzan conmigo se me cuelgan sin remedio" (no se sabe por qué, pues ni guapo, ni extraordinario en nada, solo neura y bobo). Más el toque "Mi personaje, en el fondo, os enternece ¿a qué sí?".
Y, aunque el detalle sea casi irrelevante, parece mentira que Gilliam haya pasado tiempo en España... Cierto que el film mezcla pasado y presente, pero, vamos, cuando muestra el presente, Gilliam sigue inmutable en su trip de la España cañí (esa que solo existe en la imaginación de los miembros de la RAE cuando piensan que algunos españoles, al oír "ministra", creen que se está hablando de la mujer de José Luis Ábalos. Pues Gilliam igual. O sea, tabernas donde hay curas con sotana, personas santiguándose, etc. Además, hace cócteles locos: en Semana Santa, por la mañana sacamos las procesiones encabezadas por el cura y, por la tarde, hacemos la verbena inaugurada por el alcalde... Más numerito de baile flamenco (lo de flamenco es un decir...).
En fin. lo único que de verdad me ha gustado han sido los paisajes...

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