El sargento de hierro (Clint
Eastwood, 1986)
La construcción del mundo ficcional como un mundo de hombres
(pues abrumadoramente los protagonistas son varones) puede doblarse, además, de
una propuesta agresiva, homófoba y misógina hasta el delirio. Así ocurre en El sargento de hierro (Clint Eastwood,
1986) y por ello voy a analizar con algún detenimiento los primeros minutos de
esta película.
Clint Eastwood, además de dirigir este film, interpreta a
Tom Highway, sargento de artillería del cuerpo de Marines y veterano
condecorado de varias guerras, incluida la de Vietnam.
La película nos lo muestra como soldado heroico, valiente,
invencible en las peleas, exigente con los soldados y “simpáticamente”
borrachín, pendenciero, asocial, machista, homófobo, agresivo y arbitrario.
Estos atributos son presentados en el film como positivos o, al menos, como
justificados. Así, por ejemplo, el excesivo consumo de alcohol se construye
como un complaciente y festivo rasgo de virilidad. Igual ocurre con sus
altercados y agresividad, pues tanto unos como otra aparecen emocionalmente
respaldados por el relato. Además, todos los personajes que le reprochan tales
conductas son pusilánimes, antipáticos o cobardes, cuando no una mezcla de la
tres cosas.
Primera secuencia: títulos de crédito
Analicemos cómo empieza el film. Como telón de fondo a los
títulos de crédito, vemos imágenes de varias acciones de combate donde
intervienen marines. Esas imágenes se complementan con otras que nos muestran a
soldados heridos ayudados de diversas maneras por sus compañeros. La secuencia
termina con enternecedoras imágenes de niños asiáticos.
Se deduce que todas estas imágenes pertenecen a guerras de
la segunda mitad del pasado siglo donde han intervenidos tropas
norteamericanas. Las escenas están en blanco y negro. El blanco y negro sirve
para resaltar el carácter y el tono documental de lo que se muestra. Además y
como sabemos, el blanco y negro –en relación con el color- aporta un mayor
grado de abstracción y universalidad. No se trata de describir un episodio
bélico concreto. De hecho no se trata de hacernos pensar sino de hacernos
sentir. Al “invocar” las gestas heroicas de marines y otros cuerpos de ejército
norteamericano se apelan y actualizan las emociones almacenadas en nosotr@s
gracias justamente a la ingente cantidad de películas bélicas que Hollywood ha
producido y que (casi) todo el orbe ha visto.
El objetivo de estas imágenes es crear un lazo positivo con
el protagonista incluso antes de que aparezca. Estamos ante la aplicación del
silogismo: “Los marines son héroes, el protagonista es marine, luego el
protagonista es héroe”. Ciertamente, ateniéndonos a lo que estrictamente nos
mostrará la película, si lo analizamos con frialdad, no vemos comportamientos
heroicos ni ejemplares sino bravatas y belicosidades pandilleras: hombres entre
ellos retándose sin tregua a ver quién resulta más duro. Pero justamente se
trata de esto, de que no analicemos con la cabeza fría ni nos preguntemos: ¿qué
está pasando? o ¿qué hacen en realidad? Se trata de inducirnos una emoción y la
emoción se consigue mediante el procedimiento de proyección/identificación de
la primera escena y de las que van a seguir.
Si me detengo a analizar el inicio del film no es sólo
porque nos preparara para ser acríticos con lo que cuenta sino también porque conviene
distanciarse de ese poderoso mecanismo de identificación/proyección. Es muy
conveniente mantener un distanciamiento crítico respecto a esos sentimientos y
emociones positivos o negativos que el film nos fabrica y que pueden inducirnos
a considerar con agrado y simpatía personajes y sus actuaciones opuestos incluso
a nuestros principios morales. No que sistemáticamente se nos pueda hacer
comulgar con ruedas de molino, pero así ocurre a menudo y se consigue incluso
con mentes preclaras y advertidas. Por eso, lo primero que hay que preguntarse
como espertador@s es: ¿Por qué encuentro simpático o antipático este personaje?
¿Cómo me afecta lo que ocurre en los acontecimientos que me muestran?
O dicho de otra manera: una película es una representación
construida no sólo con el propósito de contar una historia sino con el de
crearnos un punto de vista sobre lo que nos cuenta. No debemos olvidarlo.
Ciertamente, no somos una mente en blanco, no somos una simple fotocopiadora
con ojos pero el lenguaje audiovisual es un poderoso inductor de sentimientos y
emociones. Volveremos sobre todo ello.
Segunda secuencia: fabricando un protagonista misógino y homofóbico
Ahora sigamos analizando la película y pasemos a la
siguiente secuencia. Es la primera del relato propiamente dicho. En pro de
conseguir mayor agilidad no comentaremos todos los planos sino sólo los más
significativos. La cámara nos introduce en un edificio. Aparece en
sobreimpresión una fecha que nos sitúa en el presente diegético de la película.
Vemos rejas y personajes que deambulan. Empezamos a oír una voz bien timbrada a
la que prestamos oídos. Por lo tanto, incluso antes de que aparezca visualmente,
el protagonista ya ocupa el espacio narrativo. La película nos está diciendo
que él es el dueño del relato y que, por lo tanto, lo que haga o diga ha de
interesarnos. Cuenta sus andanzas por los prostíbulos del Vietnam. ¿Y qué nos
cuenta?: “Llevo echando polvos desde
antes que a Eisenhower lo nombraran cabo primero”. Cuenta que, como las
chicas pasaban la revisión médica, ellos follaban "con todas las garantías, de
forma ordenada, muy militar". La voz sigue: “Así
fue hasta que a un gilipollas o se le ocurrió contar a su mami que jodía cada
día en el Vietnam. Entonces el invento se fue a la mierda. Unos tíos del
congreso que tenían el culo tan dado de sí que no podían tirarse un pedo
después de beber una cerveza, empezaron a decir que los marines en servicio no
podían ir a las casas de putas. Reaccionamos como lo hubiera hecho cualquier
marine: saludamos y nos fuimos a paso ligero a la casa de putas más asquerosa
donde pillamos la sífilis, la gonorrea y montones de piojos y desde entonces
teníamos mucho más cuidado cuando nos enrollábamos”. Mientras oímos la voz
narrativa, vemos diversos personajes que pululan por esa habitación y escuchan
la historia. Destaca un joven rubio que llora pero que, atraído por el relato,
enjuga sus lágrimas y se acerca. Otro joven escucha y asiente.
La imagen, de blanco y negro cambia a color y aparece el
protagonista. O sea, con su aparición, deja de ser un relato abstracto, se encarna en una “realidad",se materializa en él.
Analicemos sus palabras hasta aquí:
Analicemos sus palabras hasta aquí:
Sexo y ejército son los ejes. Pero, mientras que el ejército es una razón
de ser, un constituyente esencial, el marco estructural -físico y mental- en el
que se desarrolla el film, el sexo es el adorno de esa aventura. Un adorno
mecanizado y despojado de cualquier connotación emocional (“muy militar” como
él dice). Y, desde luego, las mujeres no interesan nada. De hecho, en la
película, no hay apenas personajes femeninos. Están, por una parte, las
prostitutas que son sólo “agujeros”. Y, por otra parte, las que no son
prostitutas: esposas o ex esposas chinches y exigentes o madres entrometidas.
En cualquier caso, lo más sensato es tenerlas convenientemente acantonadas en
una esfera que no se mezcle con la viril.
Así, un hombre de verdad no puede contarle sus andanzas
a “Mami”. Si lo hace, queda ridiculizado
por débil y aniñado. De hecho ya la palabra “Mami” sirve para relegar al
infantilismo al que hace confidencias a su madre. Y su debilidad tiene desagradables
consecuencias: fastidia ese maravilloso plan que tienen los marines cuando no
están matando vietnamitas: follar vietnamitas sin descanso. La “Mami” se lo
cuenta a su vez a un congresista. Como el congresista es un “maricón” (pues
sólo así se justifica que la prostitución le parezca mal) prohíben a los
soldados frecuentar los burdeles. Si nos fiamos de lo que nos enseña el cine,
el cuerpo de marines es disciplinado hasta lo absurdo. Muchísimos filmes nos
muestran que los marines deben obedecer órdenes por salvajes e irracionales que
sean. Salvo, claro está, si lo que se les dice es que no vayan de putas.
Entonces, por el contrario, han de ser graciosamente insubordinados y redoblar
sus visitas a los prostíbulos.
En la pelea que se desata a continuación contra un malo (que
“casualmente” es feo, gordo y hortera), ambos se acusan una y otra vez de ser
maricones. Asombra tanta obsesión. Ahora bien, al ver la película se constata
que toda ella se desarrolla entre hombres. Acaparan el espacio visual y narrativo.
Son los que importan, los que se entienden para bien o para mal unos a otros,
los que se ayudan o se oponen. Como dije antes, el borrado de las mujeres es
radical. Sospecho que los varones –aun inconscientemente- se percatan de que
esa obsesión monotemática por el mundo masculino puede resultar sospechosa de
homofilia e incluso de homosexualidad. Se curan, pues, en salud remachando de
manera terca: “Maricón no. Tú eres
maricón, no yo, yo follo sin parar con mujeres”. Ilustra un estado
esquizofrénico que consiste en no interesarse nada por las mujeres, incluso en
despreciarlas pero, al mismo tiempo, querer follar mucho, mucho con ellas.
En definitiva el film dice: si eres un hombre de verdad no
puede importarte nada el mundo de las mujeres ni entablar relaciones afectivas
con ellas. Por eso follar con prostitutas es lo ideal ya que, al tratarse de
una transacción de compra-venta, las emociones quedan expulsadas. No se corre
el peligro de caer en sentimientos ni complicidades con esas mujeres. Les pagas
y con eso ya no les debes nada: ni respeto, ni consideración, no comunicación,
ni empatía… Quedan convertidas en simple agujeros, en “putas” en su expresión
más descarnada y despersonalizada. La sexualidad es pura mecánica genital,
mercantilizada y amputada de cualquier hedonismo o intercambio personal. Sólo
te relacionas con un “chocho”, con un culo, con unas tetas, como ilustran estas
palabras del protagonista: “Había una que
tenía un chocho que era una maravilla”.
La construcción de la virilidad se ensambla y amalgama,
pues, con la agresividad, la homofobia, el machismo, la anulación simbólica de
las mujeres que sólo interesan en tanto en cuanto pueden ser prostituidas.
Nota: Aunque el film es del 86, sigue siendo programado
regularmente en tv y cada proyección es seguida por varios millones de
espectadores. Es decir, treinta años más tarde, sigue teniendo influencia y
treinta años más tarde, sigue recibiendo muchas loas pero poquísimas críticas
que cuestionen su brutal misoginia.
Nota bis: Parte de este artículo aparecerá en breve en una publicación que en su día reseñaré.
Nota bis: Parte de este artículo aparecerá en breve en una publicación que en su día reseñaré.