Ante cualquier obra de
creación, se abren dos ángulos de análisis: el de su calidad y el de su
ideología.
No siempre coinciden,
aunque también es infrecuente que el divorcio sea total.
Con todo, yo propugno que
las críticas incluyan siempre esos dos enfoques (y como creo que nadie puede
situarse al margen de la ideología, cuando no se emite opinión sobre la que concretamente
sostiene una propuesta artística, pienso que se debe a que el enunciador
coincide con ella, aunque no sea consciente).
No pienso que la calidad
de una obra justifique sus barbaries o propuestas reaccionarias (si las tiene),
pero tampoco pueda ser aprobada una obra plagada de buenas intenciones, pero de
realización torpe.
Con todo, los casos
extremos son raros y lo más habitual es que las propuestas artísticas se
mantengan en una franja intermedia, tanto en su contenido como en su forma.