Realismo y realidad. Historia y ficción.
Amplío el comentario a lo que escribí en mi face viendo (a saltos) El nombre de la rosa, que fue lo siguiente:
“el deliro machista de la chica muerta de hambre y miseria (eso hemos de creer) que ve a Adso y se lanza a follárselo (en fin, a que se Adso se la folle). A ver, alguien que está en la más negra miseria, recogiendo comida en un estercolero, y ve a un joven y la concupiscencia la arrebata... Menudo "realismo" delirante. Por otra parte, cuando la chica se quita la ropa, aparece limpita y con cuerpo y piel magníficos. ¿No debería tener sarna, piojos, raquitismo, etc.?
Pues luego, cuando Adso, turbado y confuso le pregunta a Guillermo de
Baskerville, este comenta sobre las mujeres:
"Me resulta difícil convencerme de que dios haya creado un ser tan
inmundo sin otorgarle ninguna virtud".
Se supone que debemos tomárnoslo como una galantería. Y me diréis: "Bueno, eran monjes". Y yo respondo: seguramente, en la época donde transcurre la acción de la peli, también sería bastante común pensar que los negros eran solo medio personas. Ahora bien, en los años 80 (cuando se escribe el libro y se rueda la peli) ¿podía un prota soltar una barbarie similar sobre los negros y seguir siendo un prota aceptable y positivo? No olvidemos que la ficción, hable del pasado o del futuro, siempre habla del presente.
Estamos en lo que tantas veces hemos comentado: a las mujeres se la puede denigrar sin duelo.”
Muchas personas me contradijeron alegando aquello de que “el film transcurre en la Edad Media” y cosas por el estilo.
Las formas
Actualmente, la ficción
audiovisual respeta mucho más las formas del pasado de lo que solía hacerse en
los años 50, 60 e incluso 70.
Vemos ¿Quo vadis? (Mervyn LeRoy, 1951) y
percibimos que, desde el maquillaje, la ropa, el peinado de Deborah Kerr, hasta
los escudos que llevan las legiones, son made in Hollywood. Vemos El Cid (A. Mann, 1961) y nos pasa igual[1]. Aunque,
ojo, seguro que muchos detalles que ahora nos parecen “realistas”, vistos dentro
de sesenta años, también “darán el cante”.
Pero sí, digamos que,
actualmente, somos más exigentes, en lo relativo en las formas: a decorados,
maquillaje, vestuario, etc..
Con todo, no dejo de
asombrarme al comprobar la cantidad de gente que piensa que, desde el momento
en el que se ve sangre, vísceras, porquerías, salvajadas, seres deformes y violentos
de todo tipo, estamos ante una ficción realista. O sea, confunden gore o destroyer
con realismo. Un film sobre la Primera Guerra mundial que se recree en los
combates, muestre las bayonetas entrando en los estómagos, los brazos y piernas
de quienes reciben una granada saltando por los aires o primeros planos de tripas
desparramadas, no es más realista que Senderos
de gloria (Paths of Glory), 1957,
de Stanley Kubrick. En esta última, la batalla está filmada de manera magistral.
Para empezar, mostrando la tensión previa y luego, mostrando la hecatombe a
medida del avance[2],
pero sin primeros planos ni planos de detalle. Evitando lo gore y centrándose
en lo que importa: la matanza en masa. Porque, en Francia, por ejemplo, fueron
movilizados ocho millones de hombres, de los que murieron 1,4 millones y 4,2
millones resultaron heridos (muchos de ellos con secuelas atroces y
permanentes). Por otra parte, esta manera de mostrar el episodio concreto sirve
para centrar el mensaje real del film: a saber, el pánico y las deserciones
entre los soldados. Quien quiera ilustrarse que vea la película o que busque en
internet el episodio de Chemin des Dames, por ejemplo, donde, en 48 horas, perecieron
alrededor de 10 000 hombres. A ver, imaginad lo que son 10 000 muertos en una
zona relativamente pequeña y en solo dos días. Si vivís, por ejemplo, en un pueblo de 3000
habitantes, imaginad a todos muertos, en mitad de la calle,
Bueno, a lo que iba ¿es
menos verídica esta batalla que la de vemos al principio de Gladiator (Ridley Scott, 2000)? No, lo que pasa es que muchos
espectadores confunden el realismo con la mostración de vísceras, sangre,
cabezas cortadas, higadillos “al vent”, etc. etc. Y luego, ni se percatan de
los delirios fantasiosos que contienen las películas. Así, en Gladiator, cuando
Máximo, el protagonista, escapa herido a caballo, lo vemos galopar por diversos
paisajes (algunos parecen desierto) hasta que llega a Extremadura (desde
Alemania, ojo). Allí lo hacen preso y se lo llevan a África donde, por fin, le
curan la herida (¡¡¡!!!). Como comenté en un artículo escrito para la revista
Academia en 2006:
“Recordemos que el protagonista cae en desgracia con el nuevo Emperador y
éste manda asesinarlo. Aunque herido, consigue escapar y llegar a los
alrededores de Mérida. Imaginemos por un momento que alguien nos narra
oralmente esa huida. No sé qué conocimientos sobre la geografía de esta parte
del mundo pueden tener, por ejemplo, los americanos o los asiáticos. Pero sé
que a un oyente europeo medio le explicas que para ir desde Alemania a España
tienes que pasar por el desierto, y da un respingo. Máxime si oye que tan
fantasioso viaje a lomos de caballo dura tres o cuatro días aproximadamente
puesto que al protagonista le da tiempo incluso a volver a África antes de que,
o bien se le cure la herida que recibió al escapar, o bien pierda el brazo a
consecuencia de ella.
Alguien que narre oralmente o por escrito tal periplo no puede permitirse
licencias semejantes si tiene la pretensión de construir un relato de corte
verídico/realista (como es el caso de la película). Debería, por el contrario,
situarlo clara y explícitamente en el terreno de la fantasía haciendo
intervenir magos, alfombras o caballos voladores o similares artilugios... Pero,
en el cine, la instancia narradora construye situaciones como ésta de Gladiator –y otras mucho más
descabelladas e inverosímiles aún- sin que el espectador las registre como
tales.”
Pues eso: como las formas
de esta peli son “realistas” (hay casquería y guarradas, personajes deformes,
etc.) se tragan lo que les cuenten sin parpadear, pensando que están viendo la
Edad Media, vamos.
El
fondo
Una ficción, ya hable del
pasado o del futuro, habla siempre del presente. Es decir, aunque sus intrigas,
anécdotas, tramas superficiales, pretextos, decorados, vestuario, etc. etc.
puedan situarse en cualquier época, siempre hablan desde la realidad del
momento en el que se crearon.
Si la acción transcurre
en el pasado, puede recrearse con mayor o menor fidelidad (aunque, a ver, desengañaos,
nadie es capaz de saber cómo funcionaban la mente y los sentimientos de una
romana, y eso a pesar de que nos quedan muchos testimonios de todo tipo: literatura,
leyes y restos arqueológicos, etc. etc.). Si la acción transcurre en el futuro,
el film (o la novela) puede imaginarlo de manera más o menos inteligente y
vistosa.
Pero, repito: cualquier
representación, hable de lo que hable, habla del ahora. Dos observaciones: 1. Por
supuesto que nosotros, los humanos actuales, compartimos cuestiones esenciales con
los humanos del pasado y con los del futuro. 2. Las anécdotas son perecederas, pero,
en la medida en la que una ficción (novela o film) es potente, profunda,
inteligente y va al “núcleo duro”, al fondo de lo que nos hace personas, será
menos efímera y transitoria, es decir, capaz de transcender el momento en el que se creó.
Para entender lo que estoy explicando, basta con comparar El Quijote con cualquier otro libro de caballería de la época. O
basta con comprobar que un film, abiertamente de fantasía puede ser más real,
puede describir mejor lo que nos pasa y vivimos que otro aparentemente muy
realista. Como dijo Brecht “el realismo no consiste en describir cómo son las
cosas reales sino en cómo son realmente las cosas”. Y quien o entienda esto,
está aún en el abc del análisis audiovisual.
Una vez aclarados esos
conceptos (o semi-aclarados, o, al menos, expuestos), pasemos al asunto de la
representación del contenido.
En mi comentario sobre el
film El nombre de la rosa (J. J.
Annaud, 1986), decía: aún hoy (por supuesto en el 86, pero, a tenor de las
intervenciones que ha habido en mi muro, aún hoy) un personaje puede denigrar a
las mujeres sin perder por ello la simpatía de espectadores y espectadoras. Hay
quienes justifican tal cosa alegando que la acción del film se sitúa en la Edad
Media y que, en esa época, era habitual pensar así de las mujeres. Cierto,
pero, en el siglo XIV también era habitual justificar lo que se llamaba “el
juicio de dios”: alguien sospechoso de herejía, sometido a tortura, si realmente
era inocente, no sentiría dolor porque dios le ayudaría. O sea, si cuando “acariciaban”
sus carnes con un hierro al rojo vivo, gritaba es que estaba mintiendo. Otro
ejemplo: en esa época (y posteriores, muy posteriores) la iglesia aprobaba la
esclavitud. Es más, los jerarcas eclesiásticos tenían esclavos. Según documenta
el hispanista V. Hugh Thomas, cuando Fernando el Católico conquistó Málaga en
1487 (dos siglos más tarde la época en la que se sitúa el film) esclavizó a
toda la población mora, y envío como regalo cien esclavos al Papa Inocencio
VIII, quien los distribuye entre el clero de Roma.
Resumen, por no alargarme
demasiado: cualquiera de estas aberraciones que acabo de apuntar y muchas otras,
eran habituales en la Edad Media. He dicho “aberraciones” porque como tales las
consideramos hoy en día, aunque en aquellos tiempos eran comunes, compartidas y
aceptables. Bien, a lo que voy: ¿Por qué en el film Guillermo de Baskerville no
dice nada sobre ellas? Poder, podría. Incluso podría mostrarse “proge” para su
época y matizar (igual que hace con las mujeres), señalando: “Por supuesto que
los esclavos son seres inmundos, propiedad de sus dueños y estos pueden hacer
con ellos lo que quieran, incluso matarlos, pero, seguro que algo bueno tiene
un esclavo, puesto que dios lo ha creado” …
Pero ¿qué ocurre? Que si
el protagonista soltara algo así u opinara que, que en vez de andarse con sofisticadas
averiguaciones sobre los asesinatos, lo mejor es coger a media docena de
sospechosos y someterlos al “Juicio de dios” ¿podríamos seguir considerándolo
un señor tan estupendo? No. Y repito: no porque en el siglo XII no fuera
totalmente aceptable pensar o actual así, si no porque AHORA, ya no lo es. Así
es que el film no nos muestra “la realidad” de la Edad Media. Es una
representación hecha para nosotros, quienes vivimos hoy. Es una construcción,
una opinión, un punto de vista, creado para nosotros, vuelvo a repetir: respetando nuestros valores, no los de aquella época.
No sé si queda claro, pero francamente, aconsejo tener un mínimo de distanciamiento crítico hacia las ficciones audiovisuales. No se puede justificar lo que pasa en una ficción apelando a la ficción misma. No sé si me explico…
Algunas comentan que la
escena de sexo entre la mendiga y Adso no es machista puesto que ella lleva la
iniciativa. Lo siento, pero os tengo que preguntar así, a lo bruto ¿no habéis
visto porno donde ellas son las que quieren que les peguen, las trituren y las
machaquen? ¿nunca habéis oído a un putero decir que las “putas” son viciosas, son
putas porque les gusta, etc.? ¿nunca habéis oído decir a un violador “ella
quería, fue ella la que me provocó”? o sea ¿no sospecháis que una aberración
patriarcal consiste en decir que las mujeres tomamos la iniciativa, queremos? Queremos fregar, queremos servir, queremos cuidar a todo
el mundo, queremos que nos metan por delante y por
detrás o al mismo tiempo…
Es más: eres una mendiga,
vives en un estercolero, te peleas con otros por comer basura, tienes que prostituirte
para que te den algo que llevarte a la boca, pero, mira por dónde, aún te
quedan ganas de follar… Estás muerta de hambre y de frío (porque, ojo, todo
está nevado y ella solo lleva harapos y a saber dónde duerme) pero, ves a un
chaval y la concupiscencia te enloquece y se te olvida que no has comido, se te
olvida que tienes piojos, sarna y sabañones, que te duele todo el cuerpo… Solo
piensas: “Quiero que este chaval me la meta”…. Porque ni siquiera es: “Quiero
que este chaval me lo chupe y me haga olvidar la miseria durante cinco minutos”... ¿Y decís que no es un delirio?
De verdad ¿alguien cree
posible tener un deseo erótico arrebatado en esas condiciones?
Y sí, al igual que pasa
con el tema gore y de casquería, pasa con las escenas de sexo: muchos
espectadores confunden “la velocidad con el tocino”, como se dice en mi pueblo.
Oyen jadeos, ver sudor, movimiento convulso e incluso violento, primeros
planos, etc. etc. y ya con eso, consideran la escena realista. Sin darse cuenta
de que mostrar a una mujer que, con solo penetración, a velocidad de vértigo y
al mismo tiempo que su partenaire tiene un estrepitoso orgasmo es tan realista
(o casi) como mostrar un elefante rosa paseándose por la Gran Vía.
Conclusiones para no
alargarme más:
-
No tenéis por
qué interesaros en el análisis de lo que veis. Puede bastaros con sentarse en
el sofá y pasar un rato “entretenido”. Vale, es perfectamente legítimo, pero
entonces no os metáis en camisas de once varas.
-
Un film puede
gustaros o no. Allá cada cual con sus gustos. Yo no pienso meterme en ellos.
-
Y, por
último, si no tenéis todo esto claro pero os interesa: comprad mi libro La imagen te ciega. Prácticas de análisis
audiovisual.