La ideología cristiana me repugna. Siento decirlo por si ofendo a gente buena (a la mala no me importa ofenderla, al revés). Y aclaro que no estoy atacando a los evangelios sino a la ideología que ha propagado la iglesia, esa que nos vende el valle de lágrimas, la glorificación del sufrimiento, la paralizante resignación ante los males del mundo pretextando que en la otra vida se nos recompensará, esa que pregona que los dolores nos los manda dios y nos los manda para bien…
Esa que representa Jorge Fernández Díaz,
ministro del interior y miembro del Opus Dei, cuando comenta sobre los
asesinatos de Bruxelas: “Espero que podamos aplicar el dicho e que no hay mal
que por bien no venga”. ¡Y luego acusan a Podemos de connivencia con el terrorismo…!
¡Qué vergüenza siento, por diosa, de compartir país (o lo que sea pues no voy a entrar en disquisiciones nacionalistas) con un tipo de esa calaña. Los otros ministros de la Unión Europea deben de haberse quedado a cuadros…
Sí, ya sé que si el cristianismo se extendió fácilmente entre los esclavos del imperio fue justamente porque les proporcionaba lo que veían como única “salida”. No podían rebelarse, no podían luchar contra el sistema, entonces, al menos, el consuelo de creer que en la otra vida, un dios les compensaría.
Y sé que hoy, en la fase previa a la rebelión, sigue estando la resignación, el esfuerzo por ver el lado “bueno” de la opresión más salvaje. A ello se acogen los que no piensan que exista ningún otro escape. Y, por supuesto, esa ideología de santificación por el sufrimiento se nos ha predicado con sumo ahínco y sobre todo a las mujeres. Como bien analizó Celia Amorós -y otras feministas- el patriarcado nos hace depositarias de los “valores” y las “tradiciones”. Somos una especie de “vertedero espiritual” donde “condensan” todos los horrores.
Así, en muchos países árabes, ellos, los hombres, se han modernizado tan ricamente: van con short, en chanclas y con tarjeta de crédito. Ellas siguen tapadas y de negro. En países donde el sol quema salvajemente, les obligan a vestir de negro… ¡De negro! Justamente el color más “fresquito” posible. Cuesta comprender tanto sadismo.
Observad que bueno es: deja que su mujer se bañe.
Y el mecanismo no se da solo en los países
árabes. Desgraciadamente se puede generalizar: Todo lo que en una sociedad esté
mal visto, está incomparablemente peor visto en una mujer.
Aún recuerdo nuestra infausto fascismo, aquel que se apoyaba mutuamente con la iglesia y jaleaba sus siniestras prédicas hacia las mujeres…Y lo que aún se nos sigue predicando -no de la misma manera, las formas han cambiado pero el fondo persiste.
Pero no. Nosotras las feministas decimos que el destino no está escrito. Lo escribimos luchando. Perdonad que me ponga tan mitinera pero es lo que creo.
http://tribunafeminista.org/2016/03/nosotras-las-feministas-decimos-que-el-destino-no-esta-escrito/
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