Vi el último film de James Gray « The Lost City of Z ».
Y lo primero que me viene a la mente es lo que hablaba el otro día con algunas amigas respecto a las
películas realizadas y protagonizadas por mujeres: incluso las que no nos entusiasman, tienen el interés de que exploran mundos casi inéditos: los de
las mujeres. Y, por ahí, siempre hay una novedad (además de la conexión personal
con nosotras, espectadoras, que podemos vernos reflejadas en pantalla).
No es el caso de ésta, « The
Lost City of Z ». Y por eso directamente me aburrió y me desesperó. No penséis
que soy tan primaria que rehuyo cualquier película protagonizada por hombres (si
así fuera no tendría casi ocasión de ir al cine), no. Lo planteo desde otro ángulo, a saber: también quiero ver películas realizadas y protagonizadas por
mujeres. Quiero ver al menos tantas como realizadas y protagonizadas por
hombres, si no más, porque llevamos atraso.
Este filme me aburrió soberanamente porque es de esos que
hemos visto cientos y miles de veces: un señor dispuesto a sufrir penalidades sin cuento con tal de perseguir su sueño. En el caso que nos ocupa: encontrar una gran ciudad perdida -la Z del título- en la
selva boliviana, .
Bueno, primero se lanza a hacer heroicidades para lavar su
nombre, luego ya, le coge gusto a la cosa: explorar la selva amazónica.
Y ya veis sin verlo -lo veis porque lo habéis visto múltiples veces- todo:
la maraña selvática (con sus serpientes, sus felinos, sus enfermedades
desconocidas, sus enormes desafíos, etc.), los ríos peligrosos (con sus pirañas
que se comen al personal), sus indios que no son malos, no (el protagonista defiende
que son como nosotros, los blancos, fijaos que atrevimiento), pero que, claro, son
imprevisibles y extraños (llegan a una tribu donde están asando a uno que acaba
de morir para comérselo, je, je), miembros de la expedición que van pereciendo progresivamente,
otros a los que su exacerbado egoísmo los enloquece… en fin, que seguro que os suena ¿verdad?
Y entre dos expediciones, por si tuviésemos poco, la Primera
Guerra Mundial donde también el protagonista mostrará un valor sin límites…
A todo esto, como tapicería de fondo: su señora y sus hijos
(en cada vuelta a Inglaterra la deja embarazada). Se supone que separarse de ellos
es un sacrificio más de los muchos que él hace… Y, para que captemos ese mensaje, nos lo
muestran besándose apasionadamente con su mujer y en enternecidos juegos con su
primer niño…
Pero, vamos, que queda claro (a pocas gafas violentas que lleves)
que lo que de verdad le enrolla es su aventura y con quien de verdad se
entiende es con su compadre.
Y ella ¿cuál es su papel? pues está claro: amarlo, esperarlo, cuidar y educar a la prole.
Por supuesto que, ante tanto abandono, su familia tiene que formular algún
reproche, pero, aunque entendamos que para la mujer e hijos no es fácil, l*s espectador*s
(excepto quienes sean tan malvados/as como yo) están con él, puesto que es su
aventura la que se nos narra.
Se nos podría haber narrado la de ella, y, a igual calidad, hubiera resultado más apasionante. Por lo que decíamos antes, porque las experiencias y vivencias de una señora de principios del siglo XX abandonada en medio de una sociedad victoriana donde no podría ni salir, ni acudir a un espectáculo o una fiesta estando sola, esas no se nos han contado. Y me diréis ¿pero qué peripecias le pueden ocurrir en Sussex, por ejemplo? Respondo: todo tipo de apasionantes peripecias si consideramos que las anécdotas de un relato no constituyen ni su interés, ni su pasión, ni su calado. Puede ser mucho más intensa -y más arriesgada- la aventura que vive una mujer en cualquier sitio sin salir de lo cotidiano que la de su marido aventurero. Eso es el abc básico de un guion y cualquiera debe saberlo.
Sea como fuere, ya apunté que estas peripecias que
aquí se nos narran las hemos visto mil veces, con ligeras variantes, eso sí, y, en muchos casos, mejor contadas,.
¿A que os suena ese héroe que debe oponerse, no solo al “otro bando" y a las dificultades y obstáculos que de él emanan sino que ha de vencer, además, la oposición y censura de los suyos (el jefe de la policía o del
ejército que no lo comprende, su rey, su superior jerárquico que se le enfrenta… ya
sabéis…). Aquí, como estamos a principios del siglo XX y en Inglaterra, ha de
sufrir la incomprensión por parte de la conservadora Royal Geographical Society…
Bueno, que, por supuesto, termina cayéndose del burro, claro (la RGS).
De verdad, me aburren estas películas…
Y todo ello, con alguna que otra perla “filosófica” sobre el
sentido de la vida y tal…sentencias que, comparativamente, colocan a Paulo Coelho en un pedestal de eminente pensador, por supuesto.
La producción y la realización son de calidad aceptable (aunque las de este tampoco es que sea como para quedar prendada). Ya nadie
discute la capacidad del cine de Hollywood para hacer “buenos” films desde el
punto de vista profesional. Prácticamente todas las películas tienen esos asuntos muy
rodados (valga la redundancia) y
controlados. Nada comprable con la “torpeza” que, a veces, muestran algunos
films europeos o de otros lugares del mundo. Aunque ya hasta los chinos (los
chinos oficiales, digo, los financiados por el estado a todo tren) los hacen al “modo hollywoodiense”.
Sí, los actores, el vestuario, los decorados… bien. Y sí,
los planos y las secuencias convenientemente engarzados… pero qué cosa más
cansina ver una vez más la misma película… y qué previsible todo.
Es inevitable recordar -por oposición, digo- Aguirre, la cólera de dios de Werner Herzog (1972) y, aunque ese film a mí no me entusiasmara especialmente, si lo recuerdo, lloro mirando esta ciudad pedida.
Y ya, si
recuerdo Apocalypse Now de Coppola
(1979) entonces sí que caigo directamente en un mar de lágrimas…
Ya sé que no se puede pedir que todas las películas sean
geniales pero ¿han de ser tan inanes?
Llevan razón los (buenos) guionistas norteamericanos cuando se
quejan de que Hollywood ya solo hace pelis para adolescentes…
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