Sigo comentando los films de La Quinzaine de réalisateurs Cannes 2018. Me quedé a medio porque, como suele ocurrir, “no se puede estar en misa y repicando”. No se puede
estar tantas horas metida en salas oscuras y luego tener tiempo de contarlo…
Y
eso que me salí de varios films.
Me salí de Troppa grazia (Gianni
Zanasi) y de Joueurs (Mari Monge) porque
ilustran perfectamente aquello de que no basta con que una mujer sea
protagonista para que un film resulte interesante (ni siquiera sea medianamente
aceptable).
Me salí de Mandy (Pano Comatos) antes
de comprobar ni siquiera si realmente la chica, que al principio parece
protagonista, deja rápidamente de serlo para convertirse en víctima a la que
Nicolas Cage tiene que rescatar. Supongo que sí, claro, que la primera
secuencia centrada en ella está ahí para luego justificar las actuaciones
justicieras del héroe. Aunque no me salí por eso, me salí porque no me
interesaba ni un pimiento esa “terrorífica” historia de banda de piraos raros
cometiendo atrocidades. Cierto que visualmente está muy trabajada y resulta
entretenida pero eso no justifica las dos horas que dura (ni la música,
atronadora).
Me salí Pájaros de verano (Ciro
Gerra y Cristina Gallego). Ya hice lo propio hace dos años con su otra peli El abrazo de la serpiente. Esta me
pareció mucho peor. Archisabida. Incluso visualmente es prehistórica. Como si
no hubiera existido Sergio Leone, por ejemplo. Y de un falso (en su afán de parecer
auténtico e indígena). Y de un machismo tan primario y burdo…
También me salí de Weldi (Mohamed
Ben Attia). Y a esta no le niego interés pero, con una sobredosis de
cine como la que yo tenía, me hartó la perspectiva de ver, una vez más, la
historia de un padre salvando a un hijo. Pues como que no…
Me interesó medianamente (aunque tendrá gran éxito de público, por lo menos
aquí, en Francia) En liberté (Pierre
Salvadori), comedia “loquilla”, algo disparatada; graciosa por momentos (bueno, según
las risas de la sala, bastante graciosa).
Me interesó mucho (a pesar de que yo hubiera hecho un montaje de media hora
menos de duración) Samouni Road
(Stefano Savona), un doc sobre la operación Plomo
fundido en la banda de Gaza. Es brutal y no porque esté rodada al modo
melodrama, todo lo contrario, pero lo que cuenta es tan espantoso… Esta película hay que
verla…
Me interesó (de aquella manera) Mirai,
film de animación de Mamoru Hosoda. Se ve sin sentir, es la mar de mono y divertido. Lo aconsejo para niños
(a mí me pilla ya muy mayor).
Me interesó Teret (Ognjen Glavonic)
una ópera prima echa con dos euros. Transcurre en Serbia, durante la guerra (pero
nunca se ven combates, no es bélica). Es un film duro, sobrio, de denuncia
política. Muy bien llevado; el interés no decae a pesar de que el argumento
cabe en cinco líneas. Ahora, eso sí: hombres, hombres y hombres. Claro que me
podéis alegar ¿y quién si no un hombre conduce un camión en esos años en la ex Yugoslavia
y quién si no puede lanzarse a hacer autostop? Y digo: cierto.
Vi y disfruté Leave no trace de
Debra Granik. Tema interesante, muy bien filmado y contado. Se trata de un
padre y su hija adolescente que viven casi en autarquía y clandestinamente en
un bosque cerca de Portland hasta que las autoridades los “cazan”. Granik evita
esquematismos facilones, evita la división cómoda y narrativamente confortable entre buenos y malos. Así, por
ejemplo, las autoridades no maltratan ni a Will (el padre) ni a Tom (la hija) e
intentan darles una situación que no les suponga un abismo traumático en
relación con su forma de vida. El tema es que el padre no puede vivir de
ninguna otra manera que no sea en soledad y aislamiento en mitad de un bosque, lejos de todo y de todos, mientras que la hija descubre el mundo poblado por otros humanos y quiere
seguir en él.
Granik, elige para sus films personajes que no pertenecen a los EEUU consumistas,
depredadores, hipercompetitivos, neoliberales…Retrata unos EEUU que arrastran
múltiples heridas (entre otras las de los veteranos de guerra traumatizados).
Le interesa la humanidad, incluso en sus sombras más frágiles pero evita el
catastrofismo, el fatalismo, la confrontación simplista. Es un film emocionalmente
muy rico pero sobrio, sin recursos melodramáticos innecesarios.
Creo que Winter’s Bone me gustó
más pero quizá se deba tan solo a que fue la primera película que vi de esta
directora.
Conclusión: de todas las que cito, si tengo que elegir una, me quedo con
esta, sin duda.
Y por último vi Climax de Gaspar
Noé (de quien seguramente visteis Irreversible)
¿Qué deciros? Noé es potente. Mucho. Te atrapa aunque no quieras. Fijaos que yo,
de entrada, soy poco propensa a aguantar una película donde se oye música de
mezcla a toda volumen desde el principio al fin (transcurre en una fiesta)… Fijaos
que los desmelenes del estilo "gente drogada hasta las cejas", me interesan poco…
Pues, con todo, ahí me quedé clavada a pesar de que entré pensado “Bueno, veo un
poco de qué va y me largo, que es tarde y ya llevo muchas hora de cine en el
cuerpo”… Pues no. Me quedé hasta el final.
Noé es bueno. Lamento que se genio, su potencia, su saber los aplique a
estas temáticas tan poco cruciales y con perspectiva tan intrascendente.
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