lunes, 8 de febrero de 2016

The revenant (El renacido)

Empieza la peli: ¡por diosa, qué belleza de imagen! me remuevo de gusto en mi asiento: Sí, ya sé que el agua “da” bien en el cine pero, con todo, se percibe que aquí hay un gran director con poderío visual y de composición: en el agua de Iñárritu hay tensión, hay intriga, hay luz divinamente filmada… Todo ello no está en el agua, sin más, está en cómo la cámara se mueve sobre ella, a qué altura, con qué encuadre, luminosidad, ritmo…
Encadena con una escena que muestra un grupo de tramperos-cazadores. Impactante igualmente el realismo del vestuario, del atrezo hasta en sus mínimos detalles, del decorado, de la escenografía…  



Rápidamente se desencadena la violencia. Brutal, tremenda, confusa. Filmada a la manera que lo hace el cine actual -y que ya es de obligado cumplimiento- metiéndonos de hoz y coz en ella; haciéndonos partícipes del estrés, del agobio, del furor; sintiéndonos -nosotr*s espectadores- también rodeados porque no sabemos de dónde vienen las flechas ni tenemos claro hacia dónde escapar…
Pero en todo ello se percibe “un plus”. Se nota, como señalé antes, que estamos ante la obra de un gran director, alguien poderoso, lejos de cualquier vulgar adocenamiento.
Impactante, en verdad.
Y, como colofón de lo sublime: unos paisajes de belleza espectacular (pero espectacular de verdad, de los más bellos que yo haya visto en cine), una luz inusual y sorprendente. Hermosísima…
Entonces ¿qué? ¿estamos ante una obra maestra? Pues no. Se llevará todos los óscar del mundo mundial, pero no.
¿Por qué no? Porque la historia es bastante manida y pobre: la increíble fuerza de superación de un individuo que se ha dado a sí mismo una misión y ha de cumplirla, su feroz su determinación, su tenacidad que todo lo puede (todo significa mucho más de lo verosímil, mucho más, por supuesto).
The Revenant es, además, una historia padre/hijo y ese es un filón que el cine ha explotado también hasta la saciedad. Así, en los últimos dos meses he visto -que recuerde- las diez películas siguientes donde la relación padre/hijo sostiene la acción o es el motor crucial que la mueve, justifica y/o desencadena o, por lo menos, resulta significativo: Star Wars: el despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015, USA), El hijo de Saúl (László Nemes, 2015, Hungría), América, América (Elia Kazan, 1963, USA); La marche (Nabil Ben Yadir, 2013, franco-belga), Le garçon et la bête (Mamoru Hosoda, 2015, Japón); My Magic (Eric Khoo, 2008, Singapur); Back Home (Joachim Trier, 2015, Noruega); L’idiot (Youri Bykov, 2014, Rusia); C’est dimanche (Samir Guesmi, 2008, Francia); Malik le Maudit (Youcef Hamidi, 1998, Francia).  Anoto los años, los directores y la nacionalidad de los films para destacar hasta qué punto este asunto va más allá de la modas, geografías, y épocas.
Bien, dirán ustedes, es que el fondo de las historias, la trama última, es siempre “sota, caballo y rey”. No hay cuatrocientas mil posibilidades. Eso ya lo sabemos, al menos desde que Propp lo analizó hace un siglo. Esa razón no invalida la calidad de una obra ni su interés.
Y sí, cierto. Pero, para que no la invalide, la “historia de siempre” tiene que cargarse con contenidos nuevos, matices innovadores, profundidades no exploradas. Cosa que dudo que ocurra aquí. La trama está bien llevada y se va sucediendo a ritmo rápido. Pero hay tan poca trama... de modo que el film deriva pronto en una especie de “¿quién da más?” o “mira, mira: más difícil todavía”. O aquello de “Mira, mamá, sin pies; mira mamá, sin manos; mira, mamá, sin dientes”.


Es decir, que pese al ritmo bien acompasado, al cabo de hora u hora y media, ya estamos hasta la coronilla. Y que conste que yo la vi en magníficas condiciones: proyección de calidad: grandiosa sala, grandiosa pantalla, extraordinario sonido y hasta estupendas butacas
Pero llega un punto en el que ni la belleza de los paisajes, ni la luz, ni la posición, ni los encuadres (todo ello igual de impresionante que en las primeras escenas) nos compensa. Nos sentimos saturad*s, hart*s. Queremos que se acabe de una vez.
Sí, Iñárritu es grande pero, en esta película, su intención es pequeña. Se conforma con una historieta de tres al cuarto. Parece que nos va a contar una potente historia pero, luego, el film se queda en nada porque carece de ambición profunda. Iñárritu se ha vendido a Hollywood, al Hollywood más banal.
Las poderosas productoras americanas siempre han hecho esto: traer a grandes directores de cualquier parte del mundo y ponerlos a hacer cine americano. Muchas veces con aciertos clamorosos: Lubitsch, von Stroheim, von Stenberg, Michael Curtiz, Murnau, Alfred Hitchcock, Lang, Preminger, Billy Wilder, Chaplin, etc.
O, más recientemente, Ridley Scott, Verhoeven, Cameron, Alfonso Cuarón, Amenábar, Bayona, etc.
Ya me diréis que por qué comparo el primer grupo con éste segundo… Bueno, sí, no son equivalentes pero es que, lamentablemente, el cine de los grandes estudios tampoco es lo que era. Su interés por la complejidad ha descendido en picado. Ahora, cuando se ponen “transcendentes”, lo más que aceptan filmar son filosofías al nivel Avatar, The Revenant, Los odiosos ocho, Gravity… Esos son los top de « profundidad » que admite Hollywood.
Una penita comprobar en qué ha quedado aquel inquietante y turbador Iñárritu de Amores perros
O sea, el dinero puede que no dé la felicidad pero, desde luego, seguro que no da la genialidad.

Ahora bien, puestas a preferir, me quedo con The Revenant sobre Los odiosos ocho. Sin duda alguna. Entre las dos vacuas ampulosidades, prefiero hartarme de paisajes fastuosos y de hermosa luz a hartarme de palabras que no dicen nada. Me condenan a volver a ver una de ellas y no tengo duda alguna. Prefiero el realismo de atrezo, vestuario y decorados de El renacido a ese empalago artificioso y teatral tarantinesco de The Hateful Eight
Tengo curiosidad por ver qué pasa con los Óscar: Carol frente a The revenant. El cine que cuenta frente al cine espectáculo...

1 comentario:

  1. Yo no me cansé de ver tanta naturaleza, ni me cansé de la película porque la imagen, los sonidos y la música me iban llenando el momento, eso sí, cuando terminó la peli, la trama me pareció muy parecida a otras, un tanto anodina, no me contó nada nuevo.

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