Extracto del artículo "Desmontar relatos
patriarcales y crear relatos innovadores: dos tareas imprescindibles” en Trinidad Núñez
Domínguez, Teresa Vera Balanza y Rosa M.ª Díaz Jiménez (Eds.) Transversalidad de género en el audiovisual
andaluz: Enclave de futuro para la formación y el empleo. Sevilla,
Universidad Internacional de Andalucía, pag. 137-153.
Accesible en su totalidad en
http://publicaciones.unia.es/catalogo/item/transversalidad-de-genero-en-el-audiovisual-andaluz-enclave-de-futuro-para-la-formacion-y-el-empleo
Para ejemplificar parte de lo expuesto, quisiera detenerme
en analizar someramente algunos aspectos del film Tres metros sobre el cielo
(Fernando González Molina, 2010). Lo elijo porque, con 1.589.739 espectador@s, fue el
film español con mayor número de espectador@s en el año de su estreno. Quizá
1.589.739 espectador@s no parezca un número excesivo pero, teniendo en cuenta que
se trata de un film destinado a público joven y adolescente y que ese público
suele visionar las películas bajándolas legal o ilegalmente (en la mayoría de
los casos) por Internet, cabe suponer que ha sido visto por la inmensa mayoría
de l@s jóvenes español@s.
El film se presenta, además, como una historia de amor donde
“chico encuentra chica y chica encuentra chico”. Veremos que la primera parte
de ese enunciado es cierta —él la encuentra a ella— la segunda, no. Y veremos
cómo, en definitiva, lo que se narra es la historia de él. Él tiene una vida
con un antes y un después. Su horizonte está abierto. Ella, sin él, no tiene
película.
Analicemos cinco puntos de este film.
La inicial, H, connota, pues, al protagonista con ecos un
tanto míticos y misteriosos.
“Ella” se llama Babi. Según Wikipedia el babi es una “prenda
de vestir de preescolares para que no se manchen”. Babi resulta feo, poco
sugerente, poco poético como nombre y, aplicado a una persona que ya no es
bebé, connota sosería, infantilismo, ridiculez teñida de pijerío. Se puede
alegar que el nombre procede de la novela en la que se basa el film. Pero, a
los que crearon la película, nada les hubiera impedido cambiarlo tal y como
hicieron con el del protagonista que, en la obra de Federico Moccia, se llama
Stefano. Conclusión: si la llaman Babi es porque los creadores así lo quieren.
Parece una tontería pero no lo es y por ello merece resaltarse.
B. ¿Quién es el dueño del relato?
Comparemos los primeros minutos del film, minutos en los que
transcurre la presentación de H y Babi, hasta que se encuentran (o, mejor
dicho: hasta que “Él” la encuentra):
a) La presentación de H (que ocupa más del doble del tiempo
que la de ella) se inicia, como dijimos, con su cara en primer plano. En esta
presentación hay monólogo y diálogo. Muestra al personaje aparentemente
enjuiciado pero, en realidad, enjuiciando. De hecho, su voz es más poderosa que
la de los demás (mucho más que la de la jueza, por supuesto). No parece nada
amedrentado sino vigoroso, activo, violento, fuerte, desafiante.
Lleva a su padre, a su hermano, a su abogado, a la zaga, los
tres suplicándole y sirviéndole (el abogado de defensa, el hermano de
mayordomo, el padre de proveedor de fondos: multa, moto y todo lo demás).
Vemos a H en planos y angulaciones variadas, luces
contrastadas, decorados diversos, composiciones estudiadas. Lo vemos en
interiores y exteriores. Y lo vemos en movimiento, en acción, libre y poderoso,
recorriendo el espacio, dirigiendo su propio camino …
b) La presentación de Babi dura mucho menos, como ya
dijimos. No incluye palabras (solo, al final, una frase y no la pronuncia
ella). Transcurre en interiores. La luz es difusa y los colores rosáceos y
verdosos. Su cuerpo aparece fraccionado y dedicado a “labores propias de su
sexo”: ponerse crema, peinarse, perfumarse…
Pero, ante todo, hay
que destacar que Babi es un cuerpo flotando en la nada y en el anonimato pues
no le vemos la cara hasta que “Él” no la interpela. Antes, aunque se nos
muestra su cuerpo, se nos oculta su rostro. Y evidentemente, lo que nos
personaliza e individualiza es el rostro. Sabemos que no hay dos cuerpos
iguales, pues los cuerpos son tan diversos como los rostros, pero solo podemos
reconocer por su cuerpo a alguien con quien previamente hemos tenido una gran
intimidad. No es el caso.
De modo que Babi, no será individuo, no saldrá del
anonimato, no será alguien, si “Él” no la descubre, si no la llama. Vemos su
rostro cuando H la interpela: “¡Eh, fea!”. Mensaje: para tener rostro, para
convertirse en alguien, para aparecer, para realmente “ser”, una mujer necesita
que un protagonista masculino la incorpore a su propia historia. Tremendo,
¿verdad?
Es interesante recordar la similitud de estos primeros
minutos del film con la presentación de los protagonistas de Pretty woman
(Garry Marshall, 1990), Edward Lewis (Richard Gere) y Vivian Ward (Julia
Roberts) respectivamente. Podría esperarse algún progreso en 20 años… Pero no.
En ambos casos, a las dos “chicas” se las describe ante todo y en primer lugar,
como cuerpos. La diferencia es que en Tres metros sobre el cielo, las imágenes
no insisten, como sí lo hacen en Pretty woman, en la carga erótica del cuerpo
mostrado sino que, por el contrario, subrayan un atractivo más aniñado. Y es
que aquí, Babi, no solo tiene un nombre pueril, sino que vive en una especie de
pecera simbólica infantiloide. Es “Él” quien la convierte en “mujer”.
C. Elijamos: o violencia viril o aburrimiento
Aunque analizar toda la película sería excesivamente
premioso y desbordaría los objetivos de este artículo, sí quisiéramos hacer
notar un par de cosas más. La actitud del H es manifiestamente violenta. Se
dice en el film que ello tiene su origen en un trauma tremendo ocurrido en su
pasado. Se supone que es la reacción ante un acontecimiento que destruyó su
armonía, su equilibro, su ejemplaridad de hijo y estudiante modelo. Y que tan
atroz suceso continúa atormentándolo.
Pasma enterarse de que tan “brutal” hecho consiste en que su
madre tiene un amante (!!!). Pues sí. Resulta ridículo pero no se trata de un
chiste: eso es lo que, con total seriedad, nos cuenta la película. El beneficio
añadido es que, si bien él es el violento, la culpable última de esa violencia
es una mujer; peor aun: una madre. Una madre degenerada y falsa que dice
quererle pero que engaña a su padre con otro. Imperdonable.
H se muestra también repetidamente violento con Babi: le
toca la mano sin que ella quiera cuando se ven por primera vez, la tira vestida
a una piscina, le “lee la cartilla” varias veces, le marca el paso, la somete;
la doma, en una palabra. Ahora bien, ¿qué le queda a ella fuera del ámbito de
H? Una vida aburrida, sin sobresaltos, pero sin intensidad.
Porque Babi no elige entre que H le marque la agenda, el
comportamiento, las amistades, el ocio, etc. o ser ella quien decida por sí
misma. No. Elige entre que sea H quien lo haga o que lo haga otro hombre. Otro hombre que
es pacífico, atento, cariñoso pero insípido. Elige entre que la lleven en moto
o que la lleven en coche.
Parece que no existe la opción de ser ella quien tenga su
propia moto o su propio coche y quien conduzca.
D. Dos tipos de mujeres
Por último quisiera resaltar otro aspecto más. En este film,
las mujeres son de dos tipos: por un lado las chicas jóvenes, monas, con largas
melenas "al vent", y que se muestran totalmente rendidas y sumisas ante los
chicos.
Por otro, las adultas, todas (menos una como luego veremos)
desagradables, manipuladoras, falsas.
Analicemos a esas adultas por orden de aparición:
1) La jueza. Seca, lejana. Apenas una sombra vestida de
oscuro, con el pelo tirante y pegado, sin encanto alguno, casi sin rostro. En
teoría detenta el poder (poder con connotaciones desagradables) aunque, como
señalé anteriormente, la voz que domina, la que de verdad juzga, la que
realmente tiene, más que poder, poderío y, sobre todo, la que goza de prestigio
ante l@s espectaodr@s, es la de H.
2) La profesora. Otra profesional que, al igual que la
jueza, va peinada por el enemigo, vestida de gris y azul, sin ninguna concesión
a la alegría, a la elegancia, a la modernidad. Es prototípicamente
desagradable, brusca, árida, tiránica y repugnante. Aunque —al igual que
ocurría con la jueza— ella piensa y cree que tiene poder, terminará
lloriqueando, humillada y sometida, haciendo lo que
“los alegres muchachos” le manden.
3) La madre de Babi. Fue guapa pero ya está algo ajada.
Conserva, sin embargo, una cierta prestancia de señorona. Mangonea (o intenta
mangonear) a todos los miembros de la familia. La primera vez que la vemos,
entra en el encuadre del plano donde ya está el marido poniéndose una corbata.
Se planta frente a él y, sin mayor intercambio de opiniones, le ordena que se
quite la que lleva y se ponga la que ella le trae… Se puede objetar que es un
detalle sin importancia, pero, como mínimo, resulta de una grosería
considerable y, sobre todo —y como es bien sabido— la corbata es una prenda prototípicamente
masculina; prenda fálica y simbólica de la virilidad. La esposa le despoja de
ese atributo sin consideración alguna. Y él se deja dócilmente dominar: pobre
hombre (los maridos en esta película son hombres ricos pero “pobres hombres”). Esta señora intentará que todos en su casa
vivan presos de las convenciones, sumisos y atados a una vida gris, construida
en torno a las más desecadas apariencias. Y, por supuesto, se opondrá
ferozmente al amor de H y de Babi.
4) La madre de H. Esa pérfida madre que osa seguir teniendo
vida sexual y, lo que es mucho peor, la tiene fuera del matrimonio. Con su mal
proceder destroza la familia y sume a H en un pozo sin fondo de amargura,
causándole un atroz trauma. Su marido (otro hombre rico pero otro pobre hombre)
no se entera de nada y se traga todos sus engaños. Es más, la justifica.
5) La camarera del bar. Es la más joven de todas las adultas
y la más agradable. No dice nada, pero H sostiene que, ha sido ver al padre de
Babi, y estar dispuesta a dejarlo todo por irse donde este le diga. Parece un
episodio de alucinación pero no, lo cuenta en serio. Si no ocurre nada entre ambos (camarera
y padre) se debe a que este es demasiado bueno (¿o demasiado sumiso?) como para
plantar a su mangoneadora esposa y proponer algún plan divertido a esa otra
mujer que lo mira con arrobo y —estamos segur@s— con docilidad.
Androcentrismo rejuvenecido
Ver filmes tan absolutamente androcéntricos y misóginos en
pleno siglo XXI, comprobar que tienen éxito de público, saber que las chicas
adolescentes suspiran por H y sueñan con encontrar un hombre así, que les
marque el camino, que las lleve a un mundo de pasión y aventura, me deprime.
Significa que, en efecto, las jóvenes siguen sin ser capaces de pensarse,
soñarse, proyectarse a sí mismas como seres independientes, aptas para escribir
su propio guion de vida. Esperan, por el contrario, que llegue otro ser, el
dueño del relato, que las elija y, al hacerlo, les dé posibilidad de tener
papel en la película.
Simone de Beauvoir señaló que para las mujeres el amor
implica “una dimisión total a favor de un dueño” (1986: 547). Lo dijo hace más
de sesenta años. Pero, aplicadas a esta película, sus palabras siguen siendo
totalmente descriptivas.
Quiero creer, necesito creer, que no todas las jóvenes son
así. Y que, al crecer, irán también estructurando una personalidad más
independiente y autónoma. Una subjetividad que se piense, se perciba y se
sienta como sujeto de la propia vida. Pero, ciertamente, la mayoría de los
relatos audiovisuales que se les proponen no las empujan en ese sentido.
Como conclusión: dos tareas urgentes
En conclusión: ya sabemos que, para cambiar el mundo, hay
que actuar en múltiples campos y en variadas direcciones pero debemos poner
extraordinario empeño en esta doble tarea:
1. Es necesario minar el relato patriarcal. Denunciar sus
falacias. Evidenciar que ese relato tan brutalmente androcéntrico ya ni
siquiera responde a la realidad que vivimos tantas mujeres y hombres.
Despojarlo de su falsa “naturalidad” mediante el análisis. Hacer patente que no
es un reflejo del mundo sino una representación sesgada y manipulada.
2. Es urgente construir nuevos relatos que espoleen y
fortalezcan las luchas de quienes quieren un mundo más justo e igualitario.
Para progresar en este camino es preciso contar con un acervo de relatos que
narren los avances de las mujeres, que los difundan, que les den épica y
legitimidad social.
Como señalé en otro lugar (Aguilar 1996: 36): Cualquier
situación de anomia (vivencia, comportamiento, actitud, sentimiento imprevisto
o rompedor de lo establecido) tiene que ser narrado para cobrar sentido. Y solo
así la “variante” puede transformarse en experiencia personal y social.
Actualmente, para llevar a cabo esta urgente tarea, nuestra
confianza se deposita sobre todo en el trabajo de las creadoras. Por supuesto
que también hay varones que crean relatos rompedores y progresistas pero,
estadísticamente, las mujeres lo hacen en mucha mayor medida. Hemos de
valorizar sus proyectos, secundarlos, darles eco.
Cada cual en la medida de sus posibilidades, tod@s hemos de
contribuir a que “otro mundo sea posible” y para ello hay que tener muy claro
que “la revolución será feminista o no será”.
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Y os recuerdo: para leerlo entero
http://publicaciones.unia.es/catalogo/item/transversalidad-de-genero-en-el-audiovisual-andaluz-enclave-de-futuro-para-la-formacion-y-el-empleo
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Y os recuerdo: para leerlo entero
http://publicaciones.unia.es/catalogo/item/transversalidad-de-genero-en-el-audiovisual-andaluz-enclave-de-futuro-para-la-formacion-y-el-empleo
me gusta mucho tu pagina y lo que cuentas... Soy una joven de 60 años que insisto en contar cosas desde mi experiencia... me dedico al teatro... pero solo soy libre cuando cuento, improviso, digo, me enloquezco, juego..y solo actuo en los márgenes, en los sitios prohibidos, a los teatros oficiales no hay forma de darles otro aire... uffff... vivian las mujeres como tu!!!
ResponderEliminarPues sí, si solo tienes 60 años eres una jovenzuela. Ya sabes que la vida empieza a los sesenta y que lo de antes son solo prácticas.
EliminarPues sí, si solo tienes 60 años eres una jovenzuela. Ya sabes que la vida empieza a los sesenta y que lo de antes son solo prácticas.
Eliminarme gusta mucho tu pagina y lo que cuentas... Soy una joven de 60 años que insisto en contar cosas desde mi experiencia... me dedico al teatro... pero solo soy libre cuando cuento, improviso, digo, me enloquezco, juego..y solo actuo en los márgenes, en los sitios prohibidos, a los teatros oficiales no hay forma de darles otro aire... uffff... vivian las mujeres como tu!!!
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