La acción de La Banquière (Girod, 1980) transcurre entre las dos guerras
mundiales. La protagonista, Emma Eckhert (interpretada por Romy Schneider) es
lesbiana. En el film queda dicho sin ambages, se la ve en los cabarets ad hoc, va vestida “como
tal” (pero va divinamente vestida porque es rica), etc.
Aunque se hayan realizado películas sobre homosexualidad y
lesbianismo, son amores y opciones sexuales que siguen ocultos y marginados en
el cine. Basta con recordar Alejandro
Magno (Oliver Stone, 2004), Troya
(Wolfgang Petersen, 2004), 300 (Zack
Snyder, 2007), películas que, sin embargo, ilustrarían perfectamente la teoría
sostenida por los griegos (creo que concretamente por uno de los comensales de El banquete de Platón) de que un
ejército compuesto por parejas de amantes (varones, claro) es mucho más
valiente y eficaz.
Y no se trata solo de cine de Hollywood. Así, el documental Simone de Beauvoir, On ne naît pas femme...
realizado por Virginie Linhart en 2007 (o sea, hace cuatro días) no hay ni una
sola o leve alusión a sus historias lésbicas y eso que:
a) le costaron la expulsión del instituto de enseñanza media
donde era profesora tal y como está documentado en los archivos de la
inspección.
b) en las cartas que se escribieron Sartre y ella hablan de
aventuras erótico-amorosas con mujeres.
c) todavía están vivas algunas de las que fueron sus
amantes.
¿Importan estas opciones representativas? Pues sí, importan y
mucho porque no debemos olvidar esta verdad primaria del relato audiovisual (en
la que yo siempre insisto e insisto en mis cursos y conferencias aunque no sé
si consigo que me crean): lo que se ve en la pantalla es el mensaje. Una
película, puede decir misa, pero,
para l@s espectador@s lo que cuenta es lo que se les muestra.
De hecho, la contradicción entre lo que se ve y lo que se
dice es un procedimiento muy utilizado por la ficción audiovisual y se practica
con diversos objetivos: trasmitir un mensaje opuesto al que aparentemente se
anuncia, pervertir y complejizar las propuestas, etc. Fritz Lang lo puso
magistralmente en práctica desde su primera película sonora: M, el vampiro de Düsseldorf (1931).
El procedimiento funciona en todos los aspectos. Así podemos
preguntarnos: ¿Es de verdad
prostituta Vivien (Julia Roberts) en Pretty
woman? Ni hablar. Su “profesión” solo es un dato descarnado, sin significado
real alguno en la percepción de los espectadores. ¿La vemos, acaso, ofrecerse a
algún cliente que no sea Richard Gere? ¿La vemos como la sodomizan por 30$? ¿cómo
hace felaciones a los puteros por 20$? No, claro que no. Si de verdad construyeran
un personaje de prostituta con lo que ello conlleva no podríamos instalarnos en
esa zona de confort romántico/sentimental que el film nos ofrece.
Por lo tanto ¿es importante mostrar lo que en teoría el film
dice que ocurre? Sí. Mucho.
Y volviendo a tema erótico-amoroso: la opción tanto de
mostrar como la de solo decir o insinuar son perfectamente válidas. Ese no es
el problema. El problema es si solo muestran un aspecto y ocultan otro. Si en La Banquière muestran encuentros amoroso-sexuales-pasionales
no deberían limitarse a los que la protagonista mantiene con “el hombre" sino también
a los que mantiene con mujeres.
Dicho esto, tampoco está todo dicho, ni mucho menos.
http://pilaraguilarcine.blogspot.fr/2013/11/la-vie-dadele-entre-le-placer-y-la.html
Y sobre La belle saison (un amor de verano)
http://pilaraguilarcine.blogspot.fr/2016/07/la-belle-saison-un-amor-de-verano.html
Esta película es muy frustrarte, una pena.
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