Este artículo se publicó el 13/12/2017 en Huffingtonpots:
El otro día vi en El País la lista de las 15 mejores películas de la historia según los usuarios de un par de plataformas de cine.
Quienes comentaban la noticia se percataban de que la lista estaba muy escorada hacia el subgénero mafia, hacia el cine de USA (solo tres no eran del "rebaño": un film europeo, otro japonés y un brasileño) y andaba muy escasa de comedias.
Pero no se percataban de que las 15 películas, además de estar dirigidas por hombres, estaban protagonizadas por hombres.
Contrariamente a lo que señala el dicho "sobre gustos no hay nada escrito", puede afirmarse que existen ingentes cantidades de escritos sobe el tema. Lo que no hay es un criterio único, fiable, exacto, ni que pueda calificarse mínimamente como "científico". Los gustos siempre tienen un componente muy personal, es decir, cultural, social, temporal y, por supuesto, altamente ideológico.
Si yo, por ejemplo, hiciera mi lista, solo coincidiría, creo, en un film, Los siete samuráisde Akira Kurosawa. Pero probablemente mis 15 películas también estarían dirigidas por hombres y quizá también todas (de eso estoy menos segura) estarían protagonizadas por hombres.
Pero yo, sin duda alguna, sería consciente de esa "deformidad". Sería consciente de que la historia del cine, si bien en sus comienzos (cuando aún era una aventura loca y no un negociazo) contó con muchas mujeres, luego, llegado el momento de los grandes estudios y las grandes distribuidoras, las marginó totalmente.
Sería consciente de que la escasez de mujeres en la dirección se debe a que se les ha impedido, no con leyes expresas sino vetándoles de mil maneras el acceso y la posibilidad. Pensar que las mujeres no han hecho cine por incapacidad "congénita" es como pensar que si entre mil millones de habitantes de África subsahariana no hay astronautas es porque algo en "su ser negro" se lo impide. Notemos de paso que el mismo "algo" les impide, por ejemplo, ser campeones de Fórmula 1 (excepto si nacen en Inglaterra, como Hamilton). Pues eso.
Y soy consciente de que si de los films realizados por hombres a lo largo de la historia (difícil de saber cuántos, IMDb tiene repertoriados dos millones pero, por poner un ejemplo, casi no controla los producidos en India, el país más prolífico), solo unos cientos pueden catalogarse como geniales, sería milagroso que las mujeres, con una producción escasísima, aparecieran en la lista.
Soy, además, consciente de que, en consecuencia, el punto de vista que el cine me ha legado es tan solo el de la mitad de la humanidad. Lo cual no significa que algunos hombres no hayan hecho films cuyo posicionamiento es opuesto al machismo y la misoginia. Verbi gratia: El círculo de Pahani.
Pero sí implica que la mayoría de los films de la historia del cine están protagonizados por hombres. No solo porque los realizadores lo son y, lógicamente, tienden a narrar lo que les resulta más próximo, más conocido, más cercano sino porque vivimos en un mundo androcentrista y, en consecuencia, la ideología dominante construye, sin ni siquiera formularlo explícitamente, unos imaginarios y unos mapas sentimentales donde los varones son la parte interesante de la humanidad, aquella que vive las aventuras que a todos y a todas conciernen. Y pensar lo contrario supone, ya de entrada, un gran esfuerzo y una actitud crítica muy atrevida.
Y a eso vamos: no podemos (salvo en fantasías cinematográficas) cambiar la historia pero no es de recibo carecer de distanciamiento crítico sobre ella. Los millones de personas que fueron esclavizadas, lo fueron. Los millones de judíos que murieron en los campos de exterminio, murieron. Pero ¿ha de seguirnos pareciendo bien? ¿Hemos de seguir justificando esas barbaries?
Si leemos un libro escrito hace dos o tres siglos donde se acepta "naturalmente" la inferioridad de los negros ¿no nos conmueve? Si el libro loa la esclavitud ¿no nos parece espantoso en ese punto por genial que sea en otros aspectos?
¿No nos chirría el anti judaísmo de Bécquer en alguna de sus leyendas? ¿Y el racismo de Griffith en Nacimiento de una nación? ¿Y el machismo de Buster Keaton, en El maquista de la general?
"¡Ah! ¡Alto ahí!", dirán algunos. Hasta Griffith y su racismo, todo bien pero, en cuanto miento el machismo se alza el coro: "¿Qué, qué? ¿Buster Keaton machista? Pero ¿qué dices? ¿Por qué? ¡Si era genial! ¡Ya estáis las feministas delirando! Estáis locas. Sois unas feminazis ¿intentáis prohibir los films de Buster Keaton? Y etc. etc.
Y no, no se trata de prohibir se trata de "ver" desde hoy. Se trata de saber que una obra puede ser grande y tener, sin embargo, relentes retrógrados. Se trata de aceptar que el machismo, el borrado simbólico de las mujeres, no puede ni debe pasarnos desapercibido cuando analizamos cualquier producción cultural.
O sea, para empezar, se trata de ser conscientes de la brutalidad y la injusticia por mucho que nos las sirvan como "naturales". Se trata, como señaló Celia Amorós en su libro Tiempo de Feminismo, de irracionalizar lo que vemos, resignificarlo y crear así una nueva visión.
Se trata de que si un señor (o una señora) de hoy en día aún considera normal que los varones y sus historias acaparen el protagonismo, es que su ideología merece ser calificada de cutre-machista retrógrada.
Y nosotras se lo vamos a decir tal cual.
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