Vi Roma, de
Alfonso Cuarón. ¡Jó, qué gozada! Disfruté intensamente ante tal despliegue de excelente cine y de buen hacer cinematográfico puesto al servicio, además, de algo que importa.
Un guion buenísimo.
Para empezar, agradezco
que sea sintético y elíptico, que no se pierda explicando lo que ya sabemos o lo
que ya hemos entendido. Fijaos, por ejemplo, con qué economía narra la historia
de Cleo con su “novio”: en cuatro escenas.
Me encantan los films que si muestran algo es porque lo consideran significativo y, cuando deja de serlo, zas, dan el corte, y a otra cosa, mariposa. Y, por el contrario, me irritan los films que nos muestran planos vacíos, que no aportan nada o que machacan lo que ya sabemos, donde los personajes se dedican a decir obviedades que una espectadora (persona) medianamente inteligente ya entendió.
Me encantan los films que si muestran algo es porque lo consideran significativo y, cuando deja de serlo, zas, dan el corte, y a otra cosa, mariposa. Y, por el contrario, me irritan los films que nos muestran planos vacíos, que no aportan nada o que machacan lo que ya sabemos, donde los personajes se dedican a decir obviedades que una espectadora (persona) medianamente inteligente ya entendió.
Me parece, además, un
guion realista pero sin impostación, que no cultiva el pathos, que evita caer
en la tentación de “dar penita”; esa tentación en la que el realismo, a veces,
cae (dar penita con la realidad está tirado pues la realidad sabemos cuán
salvaje es o puede ser).
Este film no recurre a manipulaciones
emocionales. Esas que tan fácilmente se consiguen con el lenguaje audiovisual. Así, por ejemplo,
no hay prácticamente planos subjetivos. Y usar ese tipo de planos es un truco casi infalible para
crear proyección emocional de l@s espectadores con el personaje que mira. Aquí lo evita. Vemos la historia
desde fuera. El film nos muestra y nos invita a juzgar por nosotr@s mismas lo que vemos, nos deja en nuestro lugar de espectadores, nos respeta, .
Creo que a las
nuevas hornadas de espectadores, educadas en el cine de Hollywood, este procedimiento les puede desconcertar. Puede que quieran sentir desde dentro, que echen de menos el chorreo emocional. Y si
no lo hay, el film le parece frío y creen que es que no se implica en lo que
está contando, que no le importa.[1]
Yo no creo eso. Creo
justamente que, por lo mismo, porque el film no es melodramático, cuando en algún
momento trabaja los sentimientos, nos sacude poderosamente. No sé si me
explico. Es el equilibrio y la mesura lo que hace tan intenso su mensaje.
Pero, sí, a años luz de
otro film que acabo de ver, Viudas de
Steve Macqueen, a años luz de la manera hollywoodiense.
Esta película, Roma, tiene una puesta
en escena muy coherente con su opción narrativa, Todos los elementos del
lenguaje audiovisual están al servicio de ella. Ya dije antes que, por ejemplo,
no hay casi planos subjetivos.
Sí los hay, por ejemplo
cuando Cleo y el novio están es la habitación del hotel. Pero, con todo, nunca
son primeros planos contemplativos, no nos mete por los ojos (valga el símil) ni a Cleo
mirando, ni a su novio. Siempre mantiene una distancia espectatorial
considerable.
Es igualmente muy parca en planos cortos y en primeros planos. Algo inusual en el cine que se hace actualmente. Y más aún sabiendo que está producida por Netflix y que, por lo tanto, se emitirá en tv. (considero una suerte enorme haberla podido ver en pantalla grande).
Como decía, el film está
rodado en planos generales y de conjunto. Luego, aunque menos, planos medios y
en último lugar, primeros planos (pocos, como dije antes, y nunca primerísimos). Tan escasos que,
en algún momento me hubiera gustado ver un primer plano de la cara de algunos
personajes (deduzco que yo también tengo ya un gusto pervertido por la
sobredosis de primerísimos planos que nos regala el cine actual).
Pero al filmar ante todo
en planos generales y de conjunto, el film hace dos cosas: a) mostrar a los
personajes insertos en su entorno (no es un film de corte introspectivo sino
social) y b) como ya dije, dejarnos nuestro lugar, nuestro espacio como espectador@s, sin meternos dentro. No nos mete dentro como si estuviésemos ahí nosotr@s
también, no recurre a una suplantación facilona de nuestra mirada por nuestra
emoción, ni a una manipulación que nos lleve a la identificación, no juega con maniobras emocionales: ellas son
ellas y nosotr@s, espectador@s vemos, pero no somos ellas.
Creo que ese
procedimiento, tan poco usual en el cine mayoritario de hoy, desconcierta a
mucha gente y los induce a pensar que si no estamos allí de hoz y coz, si no
vemos primerísimos planos de la cara sufriente de Cleo, ni vemos, en
contraplano, sonrisas de maldad en la de sus dueñas, es porque el director “no
se implica” con lo que está narrando.
Pues a mí me parece una
excelente puesta en escena, vuelvo a repetir. Prefiero que me muestren sin
manipulación añadida. Prefiero juzgar yo misma a que me den las emociones chorreantes
ya hechas.
Además, como dije, la
opción del director es hacer una película coral, o, mejor dicho, social. Centrada, cierto, en el personaje de Cleo, pero mostrándola siempre inserta en una
vida, una casa, una relación con otras personas, con el trabajo que realiza, con
las clases sociales, con un país, un momento histórico, etc.
Cleo habla poco. En
general es un film donde todos hablan poco. A años luz del cine francés, ese de
personajes muy de paliqueo, muy centrados en psicología (e incluso
psicoanálisis), en neurosis grandes y pequeñas, debates intelectuales, citas
literarias, ingenios verbales, dolencias de una sociedad individualizada y
burguesa… Y no digo que ese tipo de cine (el francés) no pueda producir
magníficas películas. El cine es multiforme y cada estilo puede generar obras
interesantes y de calidad. No sé, pienso en Sils
Maria de Assayas, por ejemplo, que me gustó y me pareció buen cine, pero que,
en efecto, nada tiene que ver con este universo, el de Roma.
Y en este film hay
escenas que directamente me entusiasmaron, como, por ejemplo, la llegada “del
señor”. Una serie de planos de detalle, esta vez sí, planos de detalle: manos,
cigarrillo, volante, palanca de cambios, retrovisor... Y planos del coche y el
portón. Pero no vemos al conductor. Lo esperamos tan expectantes como lo esperan los
personajes. Y luego, cuando sale, después de hacerse tanto esperar y desear, se acabó, es
un señor sin ninguna característica especial y ¡al que el film NO LE DEDICA NI UN SOLO PLANO! Genial. Genial porque queda claro que no es él, no es su persona, es su
función, ES LA POSICIÓN ESTRUCTURAL QUE OCUPA. Ellas no están expectantes porque ese sujeto, en sí, sea un personaje extraordinario. Al revés. Personalmente no
tiene nada especial que lo haga deseable, interesante, poderoso, fuerte... No.
Es la estructura patriarcal la que, simplemente porque es el "hombre", le cuelga
de oficio todo eso.
Y esta escena destila,
además, una ironía tan fina y tan potente... Esperas que, mientras el señor
aparca, todos canten el “Aleluya” y el "Hossana" (como sí canta la música esa música sinfónica que "el señor" escucha dentro del coche). Pero si las personas que lo esperan cantaran serían excesivo. Así está perfecto.
En definitiva, este es un tipo
de cine inusual y más aún en los tiempos que corren, tan efectistas, tan de
colorín, tan estrepitosos, o tan frívolos, tan vulgares.
Y luego, me entusiasmó la
historia que cuenta: intensa, ligando en todo momento lo personal con lo
social. Centrada, además en las mujeres. Y qué manera tan inteligente
y sutil de reflejar tanto las clases como las alianzas interclasistas.
Concretamente las alianzas entre mujeres: de estatus sociales muy diferentes y
muy jerarquizados pero, al tiempo, unidas por vivencias que reconocen comunes.
Criadas y señoras saben que, tanto unas como otras, están en un orden
patriarcal (ellas no lo formulan así ni lo explicitan, claro, no son feministas).
Saben que sea cual sea tu estatus, “son mujeres”.
Y esas vivencias
compartidas crean lazos de afecto y solidaridad, lazos que no anulan, por
supuesto la jerarquía de clases. O sea, no borran el poder de unas sobre otras,
pero esos lazos entre mujeres existen, están ahí, son efectivos, necesarios e importantes.
Los hombres salen mal parados… y diría que es porque refleja la vida y en la vida se comportan así (con excepciones, por supuesto).
Ah y qué manera de
tenerte casi jadeante durante dos horas. En tensión pero no en histeria (en
ocasiones muy puntuales, sobre todo en la última parte, al borde de ella, pero sin caer).
Y ya digo, un humor
estupendo puntúa y salpica aquí y allá todo el relato.
Por ejemplo (spoiler pero
sin importancia): cuando la madre les está dando una noticia muy intensa y
grave, llega la camarera a preguntar si puede retirar el servicio… Pero es que, vuelvo a repetir, la vida es así.
Ah y ya sé que solo unas
pocas personas la podréis ver en salas de cine. Lo siento,
de verdad, porque lo merece.
PS. Entré más en la polémica del "contenido" en otro artículo publicado en el Huffingtopost porque me sorprendió que tuviera tantas críticas "ideológicas" negativas. Aquí está si lo queréis leer:
https://www.huffingtonpost.es/pilar-aguilar/ningun-film-puede-decir-todo-roma-tampoco_a_23629558/
[1] Ojo, no estoy negando que quien tenga vivencias muy encarnadas en historia parecidas,
no se sienta emocionalmente afectada. E incluso frustrada de no ver sus
vivencias reflejadas. Ni niego que pueda haber situaciones mucho más dolorosas
e injustas de las que este film refleja.
Excelente película, varios hombres/machos no van a entender el contexto. Las mujeres o al menos yo, entendí perfectamente el mensaje. Saludos
ResponderEliminarSobrevalorada, no hay una vision de clase. La esclava buena es recordada por el niño riquillo....
ResponderEliminarComparto al 100% tu punto de vista. He mantenido discusiones incluso con amigas con las que coincido en criterio cinematográfico y de vida, pero que en el caso de Roma eran tan negativas... y no podía entenderlo, por lo que encantada de poder sentirme tan de acuerdo con tu opinión, Pilar!
ResponderEliminarUna maravilla esta película. La vi en la cineteca de México este enero. Muy acertada, como siempre, tu crítica. Grandes abrazos.
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