Anoche intenté ver otras
dos pelis. Digo que intenté porque las aborté enseguida.
No son malas
cinematográficamente hablando y quizá, si las hubiera visto en sala de cine, me
las habría tragado pues la gran pantalla y la oscuridad influyen mucho, pero en
casa y con pantalla pequeña, mi nivel de aguante disminuye considerablemente.
Primero probé a ver
"A la caza de octubre rojo" de John McTiernan, 1990. Y sí, buen film,
pero no, las peripecias de esos submarinos y todos los señores buenos y malos
que los habitan, me aburren. O me entretienen, pero con un tipo de
entretenimiento aburrido. O sea, crean tensión porque están bien realizadas,
pero, de fondo, por mí, como si se hielan. Y si durara media hora... pero no,
dos horas y pico.
Luego intenté ver
"Heat" de Michael Mann, 1995, y exactamente lo mismo: ellos entre
ellos en una "sublime" pugna intentando demostrar quién es más extraordinario en lo suyo. Y así durante casi tres horas (cuando, encima, al final, ni siquiera se atreven a cargarse el tópico y vence el bueno, como está
mandando).
Las mujeres son un
accidente de la trama. tienen que estar porque algo adornan (escenas de cama
incluidas), pero, la verdadera pasión circula entre ellos. Por eso, ellas son, de fondo, seres prescindibles en la trama que realmente importa. Es más: son un impedimento o una
distracción (más o menos agradable) que los desvía de lo que de cuenta:
medirse con un igual, otro varón que esté a tu altura.
Y así, rápidamente vemos
la clásica escena de hombre absorto en misión importante frente a mujer
preocupada por chorradas domésticas: después de estar todo el día intentando
que la ley triunfe, llega el poli a su casa, tarde y hecho polvo ¿y qué se
encuentra? una mujer que le reprocha que no vino a cenar y que estuvieron
esperándolo cuatro horas... Es que hay que ver cómo somos las mujeres, qué
ruines y miserables. Somos inmanencia pura, incapaces de mirar el mundo con altura y trascendencia. Ellos intentando
salvarnos del mal y nosotras incordiando a los héroes con pequeñas miserias, cabreándonos porque el pollo se quedó frío... Qué
mezquinas…
Claro que Al Pacino
(porque sí, es él) la pone en su sitio: "Tengo tres cadáveres en la acera,
cerca del boulevard Venice". Y añade con cara de asco: “Siento que el
maldito pollo se haya quedado frío".
Robert de Niro (antagonista
de Al Pacino en ese enfrentamiento épico), anda en plan lobo solitario, pero,
como la carne es débil, también cae en la tentación: una chica, veinte años más
joven que él (lo he comprobado mirando sus respectivas fechas de nacimiento) le
tira los tejos y claro ¿quién puede resistirse?
Y, de verdad, mira que lo
sé, mira que llevo años y años analizando críticamente y con mirada feminista las
pelis, pues, nada, no consigo salir de mi asombro. Me sigue pasmando la fidelidad estricta de la mayoría de los relatos a los
estereotipos patriarcales .
Me dan ganas de ponerme
gamberra y gritar a esos héroes: “Pero, a ver, ¿por qué no nos enrolláis entre
vosotros ya que tanto os gustáis?”. Robert de Niro besando apasionadamente
a Al Pacino, eso sí merecería la pena de verse ¿no?
Robinson Crusoe y Viernes
follando como locos en la isla paradisiaca, eso estaría bien…
No hay comentarios:
Publicar un comentario