martes, 17 de marzo de 2020

"Heat" y "A la caza de Octubre Rojo": ellos con ellos

Anoche intenté ver otras dos pelis. Digo que intenté porque las aborté enseguida.
No son malas cinematográficamente hablando y quizá, si las hubiera visto en sala de cine, me las habría tragado pues la gran pantalla y la oscuridad influyen mucho, pero en casa y con pantalla pequeña, mi nivel de aguante disminuye considerablemente.


Primero probé a ver "A la caza de octubre rojo" de John McTiernan, 1990. Y sí, buen film, pero no, las peripecias de esos submarinos y todos los señores buenos y malos que los habitan, me aburren. O me entretienen, pero con un tipo de entretenimiento aburrido. O sea, crean tensión porque están bien realizadas, pero, de fondo, por mí, como si se hielan. Y si durara media hora... pero no, dos horas y pico.



Luego intenté ver "Heat" de Michael Mann, 1995, y exactamente lo mismo: ellos entre ellos en una "sublime" pugna intentando demostrar quién es más extraordinario en lo suyo. Y así durante casi tres horas (cuando, encima, al final, ni siquiera se atreven a cargarse el tópico y vence el bueno, como está mandando).
Las mujeres son un accidente de la trama. tienen que estar porque algo adornan (escenas de cama incluidas), pero, la verdadera pasión circula entre ellos. Por eso, ellas son, de fondo, seres prescindibles en la trama que realmente importa. Es más: son un impedimento o una distracción (más o menos agradable) que los desvía de lo que de cuenta: medirse con un igual, otro varón que esté a tu altura.
Y así, rápidamente vemos la clásica escena de hombre absorto en misión importante frente a mujer preocupada por chorradas domésticas: después de estar todo el día intentando que la ley triunfe, llega el poli a su casa, tarde y hecho polvo ¿y qué se encuentra? una mujer que le reprocha que no vino a cenar y que estuvieron esperándolo cuatro horas... Es que hay que ver cómo somos las mujeres, qué ruines y miserables. Somos inmanencia pura, incapaces de mirar el mundo con altura y trascendencia. Ellos intentando salvarnos del mal y nosotras incordiando a los héroes con pequeñas miserias, cabreándonos porque el pollo se quedó frío... Qué mezquinas…
Claro que Al Pacino (porque sí, es él) la pone en su sitio: "Tengo tres cadáveres en la acera, cerca del boulevard Venice". Y añade con cara de asco: “Siento que el maldito pollo se haya quedado frío".
Robert de Niro (antagonista de Al Pacino en ese enfrentamiento épico), anda en plan lobo solitario, pero, como la carne es débil, también cae en la tentación: una chica, veinte años más joven que él (lo he comprobado mirando sus respectivas fechas de nacimiento) le tira los tejos y claro ¿quién puede resistirse?
Y, de verdad, mira que lo sé, mira que llevo años y años analizando críticamente y con mirada feminista las pelis, pues, nada, no consigo salir de mi asombro. Me sigue pasmando la fidelidad estricta de la mayoría de los relatos a los estereotipos patriarcales .
Me dan ganas de ponerme gamberra y gritar a esos héroes: “Pero, a ver, ¿por qué no nos enrolláis entre vosotros ya que tanto os gustáis?”. Robert de Niro besando apasionadamente a Al Pacino, eso sí merecería la pena de verse ¿no?
Robinson Crusoe y Viernes follando como locos en la isla paradisiaca, eso estaría bien…

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