El Olivo es un
film aparentemente sencillo pero que plantea temas variados y complejos. A mí, esa
mezcla, me encanta.
Lo habitual es lo contrario: tono impostado de “mirad lo que
estoy haciendo” y luego, nada: personajes vacíos, historias inocuas y falsas.
Icíar Bollaín, por el contrario, filma con tono límpido, belleza, naturalidad y eficacia una historia rica en vericuetos y personajes. Tan rica que, cuando
acaba, sientes deseos de seguir, de saber más. De enterarte qué ocurre a partir de ahí, de
qué manera ese viaje iniciático transforma a la protagonista, a sus
acompañantes, a sus amigas, a su familia. En qué medida les ayudará a superar
sus miedos, sus neuras, sus límites.
Y no porque creas que se van a convertir en héroes
modélicos, de esos que el cine nos presenta a menudo: fuertes, poderosos, incólumes.
No, ni falta que hace. Su interés reside justamente en lo contrario, en su
cualidad de ser seres habitados por las angustias, dudas, limitaciones que –en mayor
o menor dosis- acompañan a cualquier humano, pero seres, al tiempo, espoleados y
sostenidos por deseos, afectos, amistad, tenacidad, fuerza. Es decir, seres frágiles,
no endebles.
Sí, muchas cosas me gustan de este film. Como ya he comentado,
la puesta en escena fluida y eficaz, carente de trampas, impostación, engolamiento.
Y, por supuesto, la energía de los personajes que, sin ser extraordinarios, no
son anodinos.
Y no existen tantas películas que tengan esas cualidades.
Creo que, por el contrario, más bien abundan las películas pretenciosillas -cuando
no directamente rimbombantes- pero vacuas.
Y, por supuesto, me complace sobremanera que el eje y el pilar básico que
sostiene la acción sea un personaje femenino. Me gusta que sea ella la
vertebradora de la aventura, la que arrastra tras de sí a los otros.
Alma emprende un viaje que no es tanto exterior como
interior. Lo mismo hacía Niña, la
protagonista de Hola, estás sola?. Lo
mismo hacía Patricia en Flores de otro mundo. Ninguna de las
tres son sujetos pasivos ni resignados. Como tampoco lo eran las de Mataharis o
Katmandú. O como deja de serlo Pilar en el transcurso de Te doy mis ojos.
Mujeres que quizá no buscan lo que aparentemente están buscando.
Que incluso no saben bien qué buscan (Niña) o, por el contrario, sí lo
tienen claro (Patricia). Pero que están en la acción y el movimiento, tanto interior
como exterior. Mujeres con iniciativas, grandes y pequeñas.
Mujeres que no solo tienen amores sino también vida,
inquietudes, amigas (las de El olivo
merecen, ellas solitas, una secuela, un spin-off), vida e historia propias. Que
no son complemento de ningún otro personaje (aunque necesiten de los otros para
complementarse, pero eso es totalmente distinto) sino que portan su propia
aventura, sus propias inquietudes, sus propias valentías y sus propias
limitaciones.
Es un film que habla mucho del amor y del desamor. De los
esfuerzos que a veces tenemos que hacer para amar, para aprender a amar, para
seguir amando, para dejar de amar... Pero que no trata solo ni principalmente del
amor romántico.
La relación de la nieta y el abuelo tiene momentos
muy intensos: la canción, las sonrisas, el canto del verdejo. Yo me creo ese cuelgue mutuo. Me creo esos lazos algo inexplicables que pueden crearse entre dos seres y que rompen todas las convenciones. En ese sentido, la escena donde Alma maquilla a
su abuelo me parece divina. Otra cosa es que, ciertamente, emprender el viaje
sea un acto excesivo y loco pero es que, a veces, solo un acto excesivo nos
enfrenta a los males que arrastramos. Males cotidianos, males incrustados y
consuetudinarios. No es la decrepitud del abuelo –aunque Alma focalice
ahí- sino los propios demonios que la habitan.
Me llama la atención (y me complace) que Paul Laverty haya
escrito un guion (excelente) donde la historia y los personajes resultan emparentados
y próximos con los creados por la propia Iciar en algunos de sus otros films.
Del mismo modo, los diálogos divertidos, chisporroteantes y,
a veces, salidos de madre (en apariencia, que en el fondo, no) recuerdan también
el humor de otras películas de Icíar Bollaín. Doy fe de que la sala reía con
ganas y sobre todo, reía de manera inteligente. Y eso (lo de la inteligencia)
es siempre un placer añadido.
En El olivo hay
escenas que recuerdan como en espejo otras de anteriores películas: la amiga de
Alma andando entre gallinas/la amiga de Patricia andando por el gallinero en Flores de otro mundo. El ambiente rural (y
sus bares, qué lugares) de ambos filmes…
El olivo es el retrato de una España muy actual, con sus contradicciones, sus desengaños y sus mezclas. Así, por ejemplo, esos jóvenes que hoy se encuentran en cualquier pueblo y que portan en sí la historia y la modernidad, que se enfrentan a un mundo complicado frente al que, a veces, no saben manejarse pero ante el cual no quieren rendirse.
¿Qué echo de menos? Una madre. Sí, una madre. La echo de menos porque aquí no existe y su desaparición queda un poco rara y la echo de menos porque, además, las madres de Icíar no suelen ser modélicas ni tópicas pero sí apasionantes.
Por otra parte, y como antes apunté, me encantaría también ver
otra película sobre Alma y sus dos amigas.
Por último, me quedo preguntándome: ¿Alma conseguirá controlar los
demonios que la atormentan? (no digo domesticarlos pero sí controlarlos) ¿conseguirá
crearse una buena vida? Me quedo
inquieta por su suerte, que es como hay que quedarse después de una película
donde la historia y los personajes han calado.
Los actores magníficos. Anna Castillo en primer lugar, cuya
presencia llena la pantalla, seguida por Pep Ambrós que borda el personaje (y
no es nada fácil).
En fin, qué deciros sino que vayáis a ver este film y llevéis
a vuestras amistades y si ya no la ponen o no hay cine en vuestra ciudad, lo
compréis y/o lo bajéis (legalmente, por supuesto, pues si no ¿cómo podremos
luego quejarnos de que solo proyecten films norteamericanos y/o de hombres?). Que lo
disfrutéis y lo rumiéis. Que hagáis lavadero.
Aquí, en el pre estreno de El olivo en París con Anna Castillo, Icíar Bollaín Y Laura del Sol
Pilar la película me resulto estupenda, y tú crítica igual. Salut!!
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