Ante cualquier obra de
creación, se abren dos ángulos de análisis: el de su calidad y el de su
ideología.
No siempre coinciden,
aunque también es infrecuente que el divorcio sea total.
No pienso que la calidad
de una obra justifique sus barbaries o propuestas reaccionarias (si las tiene),
pero tampoco pueda ser aprobada una obra plagada de buenas intenciones, pero de
realización torpe.
Con todo, los casos
extremos son raros y lo más habitual es que las propuestas artísticas se
mantengan en una franja intermedia, tanto en su contenido como en su forma.
Eso ocurre con Joker, el
film de Todd Phillips, León de Oro en Venecia.
Todd Phillips es mucho
mejor director que guionista. Es decir, su puesta en escena tiene mucha más
calidad que su guion.
La película, aunque a
veces resulte de factura excesivamente manierista, algo facilona y suene a “ya
vista”, tiene fotografía y iluminación excelentes, encuadres y posicionamientos
variados y expresivos y decorados muy aceptables y bien explotados.
El guion, por el
contrario, hace aguas. Así, y por solo citar algunas:
-Presenta incongruencias.
Verbi gratia ¿cómo no le quitaron la custodia a la madre? O ¿cómo una señora
que es capaz de bailar (torpemente y con poca movilidad, pero capaz) es, sin
embargo, incapaz de bañarse sola?
-Sus trampas son tramposas
(valga la redundancia). Verbi gratia, los episodios relacionados con la vecina.
Una cosa es que un film juegue con las ambivalencias, las incógnitas, los
desconciertos, y otra que claramente nos engañe. A mí, que intenten engañarme,
me cabrea.
-El protagonista está
excesivamente cerrado y loco desde el principio. Crear un personaje monolítico
es una opción totalmente legítima, pero, al hacerlo así, el film pierde
progresión, pierde, por lo tanto, intriga (no hablo de intriga ligada a las
peripecias, sino de intriga profunda y emocional, es decir, ligada al psiquismo
de Arthur Fleck y, por lo tanto, al nuestro). No deja margen para la gradación
en hondura. Desde el principio viene todo dado y es desmesurado. Tanto que
imposibilita los matices, los márgenes, las inestabilidades, esas fallas por
donde las espectadoras (en femenino porque hablo de personas) podríamos vernos
reflejadas e intranquilizadas. Ante un personaje tan claramente loco, podemos
preguntarnos qué nueva locura hará, pero no podemos inquietarnos ni
perturbarnos en profundidad. Con cartas excesivamente marcadas, el juego queda
limitado.
Pero en esta crítica
quiero detenerme especialmente en analizar la trampa ideológica que nos tiende
el film (y que, por otra parte, es muy común en las distopías).
Muestra un universo
enfermo, despiadado, caótico (y feo, por supuesto), donde reinan la crueldad,
el dinero y la estupidez. Así, a bote pronto, podemos pensar que estamos ante
una obra crítica y corrosiva. Pero no.
No, porque ocurre algo
similar a lo que dije anteriormente que ocurre con respecto al personaje: el
exceso resulta un antídoto que desactiva la rebelión.
El mundo real, en el que
vivimos, desborda de injusticias, arbitrariedades, desigualdades, atropellos.
Es, de hecho, un mundo mucho más peligroso que el que nos describe el film
(porque el nuestro está, además, a dos dedos de cargarse el planeta) pero también es
mucho más complejo.
En el film no hay matices
y los personajes son repugnantes y/o locos, moralmente sucios, agresivos brutales y
sin sentimientos.
Un mundo así no tiene
salida. Es decir, las únicas alternativas son la locura o el estallido de odio
de las multitudes, pero multitudes que son simplemente un conglomerado de
individualidades desbocadas, sin lazos que las unan más allá de un afán
destructivo, sin análisis ni objetivos políticos.
Todo lo cual conduce a
una especie de resignación “cristiana” apocalíptica, del tipo: “La gente está
perturbada, es egoísta y miserable. No tenemos remedio”.
Es decir, la película
toma elementos de la barbarie real, pero los desenfoca, centra la mirada en aspectos que distorsionan los verdaderos núcleos creadores de la brutalidad: el
patriarcado y el neoliberalismo (no confundir con una madre o un rico) y oculta
las posibles alternativas (que forzosamente han de ser sociales).
En conclusión: las
distopías del tipo de las que nos muestra Joker desactivan las luchas porque
siembran el desánimo y la resignación.
Y dos notas breves:
Una vez más: cherchez la femme en su variante
cherchez la mère.
Joaquín Phoenix borda su papel.
Este artículo se publicó el 18/10/2019 en:
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/24435/joker-o-los-mensajes-ambiguos-de-las-distopias/?fbclid=IwAR1wDATHnHNQsa_7HcFXnBYtZtoIHcAng6ylDDZl6gtCkc1-bSQQ5yr1RBY
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