sábado, 13 de febrero de 2016

A tres metros sobre el patriarcado O "Sin ti no soy nada (o soy una señora aburridísima)".

Extracto del artículo "Desmontar relatos patriarcales y crear relatos innovadores: dos tareas imprescindibles” en Trinidad Núñez Domínguez, Teresa Vera Balanza y Rosa M.ª Díaz Jiménez (Eds.) Transversalidad de género en el audiovisual andaluz: Enclave de futuro para la formación y el empleo. Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, pag. 137-153.
Accesible en su totalidad en
http://publicaciones.unia.es/catalogo/item/transversalidad-de-genero-en-el-audiovisual-andaluz-enclave-de-futuro-para-la-formacion-y-el-empleo



Para ejemplificar parte de lo expuesto, quisiera detenerme en analizar someramente algunos aspectos del film Tres metros sobre el cielo (Fernando González Molina, 2010). Lo elijo porque, con 1.589.739 espectador@s, fue el film español con mayor número de espectador@s en el año de su estreno. Quizá 1.589.739 espectador@s no parezca un número excesivo pero, teniendo en cuenta que se trata de un film destinado a público joven y adolescente y que ese público suele visionar las películas bajándolas legal o ilegalmente (en la mayoría de los casos) por Internet, cabe suponer que ha sido visto por la inmensa mayoría de l@s jóvenes español@s.
El film se presenta, además, como una historia de amor donde “chico encuentra chica y chica encuentra chico”. Veremos que la primera parte de ese enunciado es cierta —él la encuentra a ella— la segunda, no. Y veremos cómo, en definitiva, lo que se narra es la historia de él. Él tiene una vida con un antes y un después. Su horizonte está abierto. Ella, sin él, no tiene película.
Analicemos cinco puntos de este film.

A. El nombre
 “Él” se llama H. Solo las personas o personajes que han alcanzado la fama o un importante estatus son conocidos e identificados por sus iniciales: ET el extraterrestre; CC, Cristiano Ronaldo, “rico, guapo y buen jugador”; JR (Dallas); Z, el justiciero Zorro; ZP; DSK; JFK…
La inicial, H, connota, pues, al protagonista con ecos un tanto míticos y misteriosos.
“Ella” se llama Babi. Según Wikipedia el babi es una “prenda de vestir de preescolares para que no se manchen”. Babi resulta feo, poco sugerente, poco poético como nombre y, aplicado a una persona que ya no es bebé, connota sosería, infantilismo, ridiculez teñida de pijerío. Se puede alegar que el nombre procede de la novela en la que se basa el film. Pero, a los que crearon la película, nada les hubiera impedido cambiarlo tal y como hicieron con el del protagonista que, en la obra de Federico Moccia, se llama Stefano. Conclusión: si la llaman Babi es porque los creadores así lo quieren. Parece una tontería pero no lo es y por ello merece resaltarse.



B. ¿Quién es el dueño del relato?
 Él, por supuesto. “Él” se adueña del relato desde el primer instante. El film se abre con un primer plano de su cara que apropia así del espacio visual. Mientras, oímos su voz que se apropia así del espacio narrativo. Ya no los soltará en todo el metraje. La película empieza y acaba con “Él”. Nos cuenta la historia de “Él” y, si “Ella” aparece, es porque “Él” tiene que vivir esa historia. De hecho, ella solo aparece cuando “Él” la ve y la elige, sacándola así de la nada.
Comparemos los primeros minutos del film, minutos en los que transcurre la presentación de H y Babi, hasta que se encuentran (o, mejor dicho: hasta que “Él” la encuentra):
a) La presentación de H (que ocupa más del doble del tiempo que la de ella) se inicia, como dijimos, con su cara en primer plano. En esta presentación hay monólogo y diálogo. Muestra al personaje aparentemente enjuiciado pero, en realidad, enjuiciando. De hecho, su voz es más poderosa que la de los demás (mucho más que la de la jueza, por supuesto). No parece nada amedrentado sino vigoroso, activo, violento, fuerte, desafiante.
Lleva a su padre, a su hermano, a su abogado, a la zaga, los tres suplicándole y sirviéndole (el abogado de defensa, el hermano de mayordomo, el padre de proveedor de fondos: multa, moto y todo lo demás).
Vemos a H en planos y angulaciones variadas, luces contrastadas, decorados diversos, composiciones estudiadas. Lo vemos en interiores y exteriores. Y lo vemos en movimiento, en acción, libre y poderoso, recorriendo el espacio, dirigiendo su propio camino …
b) La presentación de Babi dura mucho menos, como ya dijimos. No incluye palabras (solo, al final, una frase y no la pronuncia ella). Transcurre en interiores. La luz es difusa y los colores rosáceos y verdosos. Su cuerpo aparece fraccionado y dedicado a “labores propias de su sexo”: ponerse crema, peinarse, perfumarse…
 Pero, ante todo, hay que destacar que Babi es un cuerpo flotando en la nada y en el anonimato pues no le vemos la cara hasta que “Él” no la interpela. Antes, aunque se nos muestra su cuerpo, se nos oculta su rostro. Y evidentemente, lo que nos personaliza e individualiza es el rostro. Sabemos que no hay dos cuerpos iguales, pues los cuerpos son tan diversos como los rostros, pero solo podemos reconocer por su cuerpo a alguien con quien previamente hemos tenido una gran intimidad. No es el caso.
De modo que Babi, no será individuo, no saldrá del anonimato, no será alguien, si “Él” no la descubre, si no la llama. Vemos su rostro cuando H la interpela: “¡Eh, fea!”. Mensaje: para tener rostro, para convertirse en alguien, para aparecer, para realmente “ser”, una mujer necesita que un protagonista masculino la incorpore a su propia historia. Tremendo, ¿verdad?
Es interesante recordar la similitud de estos primeros minutos del film con la presentación de los protagonistas de Pretty woman (Garry Marshall, 1990), Edward Lewis (Richard Gere) y Vivian Ward (Julia Roberts) respectivamente. Podría esperarse algún progreso en 20 años… Pero no. En ambos casos, a las dos “chicas” se las describe ante todo y en primer lugar, como cuerpos. La diferencia es que en Tres metros sobre el cielo, las imágenes no insisten, como sí lo hacen en Pretty woman, en la carga erótica del cuerpo mostrado sino que, por el contrario, subrayan un atractivo más aniñado. Y es que aquí, Babi, no solo tiene un nombre pueril, sino que vive en una especie de pecera simbólica infantiloide. Es “Él” quien la convierte en “mujer”.

C. Elijamos: o violencia viril o aburrimiento 
Aunque analizar toda la película sería excesivamente premioso y desbordaría los objetivos de este artículo, sí quisiéramos hacer notar un par de cosas más. La actitud del H es manifiestamente violenta. Se dice en el film que ello tiene su origen en un trauma tremendo ocurrido en su pasado. Se supone que es la reacción ante un acontecimiento que destruyó su armonía, su equilibro, su ejemplaridad de hijo y estudiante modelo. Y que tan atroz suceso continúa atormentándolo.
Pasma enterarse de que tan “brutal” hecho consiste en que su madre tiene un amante (!!!). Pues sí. Resulta ridículo pero no se trata de un chiste: eso es lo que, con total seriedad, nos cuenta la película. El beneficio añadido es que, si bien él es el violento, la culpable última de esa violencia es una mujer; peor aun: una madre. Una madre degenerada y falsa que dice quererle pero que engaña a su padre con otro. Imperdonable.
H se muestra también repetidamente violento con Babi: le toca la mano sin que ella quiera cuando se ven por primera vez, la tira vestida a una piscina, le “lee la cartilla” varias veces, le marca el paso, la somete; la doma, en una palabra. Ahora bien, ¿qué le queda a ella fuera del ámbito de H? Una vida aburrida, sin sobresaltos, pero sin intensidad.
Porque Babi no elige entre que H le marque la agenda, el comportamiento, las amistades, el ocio, etc. o ser ella quien decida por sí misma. No. Elige entre que sea H quien lo haga o que lo haga otro hombre. Otro hombre que es pacífico, atento, cariñoso pero insípido. Elige entre que la lleven en moto o que la lleven en coche.
Parece que no existe la opción de ser ella quien tenga su propia moto o su propio coche y quien conduzca.

D. Dos tipos de mujeres 
Por último quisiera resaltar otro aspecto más. En este film, las mujeres son de dos tipos: por un lado las chicas jóvenes, monas, con largas melenas "al vent", y que se muestran totalmente rendidas y sumisas ante los chicos.
Por otro, las adultas, todas (menos una como luego veremos) desagradables, manipuladoras, falsas.
Analicemos a esas adultas por orden de aparición:
1) La jueza. Seca, lejana. Apenas una sombra vestida de oscuro, con el pelo tirante y pegado, sin encanto alguno, casi sin rostro. En teoría detenta el poder (poder con connotaciones desagradables) aunque, como señalé anteriormente, la voz que domina, la que de verdad juzga, la que realmente tiene, más que poder, poderío y, sobre todo, la que goza de prestigio ante l@s espectaodr@s, es la de H.
2) La profesora. Otra profesional que, al igual que la jueza, va peinada por el enemigo, vestida de gris y azul, sin ninguna concesión a la alegría, a la elegancia, a la modernidad. Es prototípicamente desagradable, brusca, árida, tiránica y repugnante. Aunque —al igual que ocurría con la jueza— ella piensa y cree que tiene poder, terminará lloriqueando, humillada y sometida, haciendo lo que
“los alegres muchachos” le manden.
3) La madre de Babi. Fue guapa pero ya está algo ajada. Conserva, sin embargo, una cierta prestancia de señorona. Mangonea (o intenta mangonear) a todos los miembros de la familia. La primera vez que la vemos, entra en el encuadre del plano donde ya está el marido poniéndose una corbata. Se planta frente a él y, sin mayor intercambio de opiniones, le ordena que se quite la que lleva y se ponga la que ella le trae… Se puede objetar que es un detalle sin importancia, pero, como mínimo, resulta de una grosería considerable y, sobre todo —y como es bien sabido— la corbata es una prenda prototípicamente masculina; prenda fálica y simbólica de la virilidad. La esposa le despoja de ese atributo sin consideración alguna. Y él se deja dócilmente dominar: pobre hombre (los maridos en esta película son hombres ricos pero “pobres hombres”).  Esta señora intentará que todos en su casa vivan presos de las convenciones, sumisos y atados a una vida gris, construida en torno a las más desecadas apariencias. Y, por supuesto, se opondrá ferozmente al amor de H y de Babi.
4) La madre de H. Esa pérfida madre que osa seguir teniendo vida sexual y, lo que es mucho peor, la tiene fuera del matrimonio. Con su mal proceder destroza la familia y sume a H en un pozo sin fondo de amargura, causándole un atroz trauma. Su marido (otro hombre rico pero otro pobre hombre) no se entera de nada y se traga todos sus engaños. Es más, la justifica.
5) La camarera del bar. Es la más joven de todas las adultas y la más agradable. No dice nada, pero H sostiene que, ha sido ver al padre de Babi, y estar dispuesta a dejarlo todo por irse donde este le diga. Parece un episodio de alucinación pero no, lo cuenta en serio. Si no ocurre nada entre ambos (camarera y padre) se debe a que este es demasiado bueno (¿o demasiado sumiso?) como para plantar a su mangoneadora esposa y proponer algún plan divertido a esa otra mujer que lo mira con arrobo y —estamos segur@s— con docilidad.

Androcentrismo rejuvenecido 

Ver filmes tan absolutamente androcéntricos y misóginos en pleno siglo XXI, comprobar que tienen éxito de público, saber que las chicas adolescentes suspiran por H y sueñan con encontrar un hombre así, que les marque el camino, que las lleve a un mundo de pasión y aventura, me deprime. Significa que, en efecto, las jóvenes siguen sin ser capaces de pensarse, soñarse, proyectarse a sí mismas como seres independientes, aptas para escribir su propio guion de vida. Esperan, por el contrario, que llegue otro ser, el dueño del relato, que las elija y, al hacerlo, les dé posibilidad de tener papel en la película.
Simone de Beauvoir señaló que para las mujeres el amor implica “una dimisión total a favor de un dueño” (1986: 547). Lo dijo hace más de sesenta años. Pero, aplicadas a esta película, sus palabras siguen siendo totalmente descriptivas.
Quiero creer, necesito creer, que no todas las jóvenes son así. Y que, al crecer, irán también estructurando una personalidad más independiente y autónoma. Una subjetividad que se piense, se perciba y se sienta como sujeto de la propia vida. Pero, ciertamente, la mayoría de los relatos audiovisuales que se les proponen no las empujan en ese sentido.

Como conclusión: dos tareas urgentes

En conclusión: ya sabemos que, para cambiar el mundo, hay que actuar en múltiples campos y en variadas direcciones pero debemos poner extraordinario empeño en esta doble tarea:
1. Es necesario minar el relato patriarcal. Denunciar sus falacias. Evidenciar que ese relato tan brutalmente androcéntrico ya ni siquiera responde a la realidad que vivimos tantas mujeres y hombres. Despojarlo de su falsa “naturalidad” mediante el análisis. Hacer patente que no es un reflejo del mundo sino una representación sesgada y manipulada.
2. Es urgente construir nuevos relatos que espoleen y fortalezcan las luchas de quienes quieren un mundo más justo e igualitario. Para progresar en este camino es preciso contar con un acervo de relatos que narren los avances de las mujeres, que los difundan, que les den épica y legitimidad social.
Como señalé en otro lugar (Aguilar 1996: 36): Cualquier situación de anomia (vivencia, comportamiento, actitud, sentimiento imprevisto o rompedor de lo establecido) tiene que ser narrado para cobrar sentido. Y solo así la “variante” puede transformarse en experiencia personal y social.
Actualmente, para llevar a cabo esta urgente tarea, nuestra confianza se deposita sobre todo en el trabajo de las creadoras. Por supuesto que también hay varones que crean relatos rompedores y progresistas pero, estadísticamente, las mujeres lo hacen en mucha mayor medida. Hemos de valorizar sus proyectos, secundarlos, darles eco.
Cada cual en la medida de sus posibilidades, tod@s hemos de contribuir a que “otro mundo sea posible” y para ello hay que tener muy claro que “la revolución será feminista o no será”.
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Y os recuerdo: para leerlo entero
http://publicaciones.unia.es/catalogo/item/transversalidad-de-genero-en-el-audiovisual-andaluz-enclave-de-futuro-para-la-formacion-y-el-empleo


4 comentarios:

  1. me gusta mucho tu pagina y lo que cuentas... Soy una joven de 60 años que insisto en contar cosas desde mi experiencia... me dedico al teatro... pero solo soy libre cuando cuento, improviso, digo, me enloquezco, juego..y solo actuo en los márgenes, en los sitios prohibidos, a los teatros oficiales no hay forma de darles otro aire... uffff... vivian las mujeres como tu!!!

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    1. Pues sí, si solo tienes 60 años eres una jovenzuela. Ya sabes que la vida empieza a los sesenta y que lo de antes son solo prácticas.

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    2. Pues sí, si solo tienes 60 años eres una jovenzuela. Ya sabes que la vida empieza a los sesenta y que lo de antes son solo prácticas.

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  2. me gusta mucho tu pagina y lo que cuentas... Soy una joven de 60 años que insisto en contar cosas desde mi experiencia... me dedico al teatro... pero solo soy libre cuando cuento, improviso, digo, me enloquezco, juego..y solo actuo en los márgenes, en los sitios prohibidos, a los teatros oficiales no hay forma de darles otro aire... uffff... vivian las mujeres como tu!!!

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